Soy Mandarina, la gallina migrante. Les voy a contar una historia que es triste pero con la esperanza de un final feliz.
Llegamos les payases sin fronteras a dar nuestra última función de la gira con Payasos sin Fronteras España y ACNUR México (Agencia de la ONU para los refugiados). La función fue cerca de la frontera con Guatemala, en Tapachula, Chiapas; en un albergue para familias en situación de movilidad humana.
Afuera del albergue había algunas personas. Al llegar, mi mirada dio con la mirada de una mujer, Marina, que lloraba intentando contenerse. Me acerqué a ella y le dije: "Hola, disculpa, yo soy payasa y no me gusta ver a alguien triste". Me contestó: "Sí, me di cuenta de que son payasos". Le comenté a Marina que estábamos ahí para dar función.
Entonces me compartió porque lloraba. Me dijo que venían, su familia y ella, desde Venezuela caminando, gran parte del recorrido, que los últimos dos días no habían comido nada; que no les quedaba agua y que lo que más le dolía era que su niña tuviera que vivir esa situación. Miré a su niña que estaba enfrente sentada en el piso. Tendría alrededor de 8 años de edad. La niña se veía agotada y con una expresión muy triste, no había visto antes una expresión así en una niña. Le dije: "Yo solamente soy payasa, pero tengo unas galletas y agua que te puedo compartir. Espero que les den un lugar en este albergue".
Los albergues en México, por lo que vimos y nos contaban, están sobrepasados. Algunos que tienen cupo para 150 personas, reciben a 300; otros que tienen cupo para 200 personas, reciben 500 personas.
Se me ocurrió una idea -le dije a Marina-, nosotros vamos a presentarnos y puedo pedir que dejen entrar a tu niña, Lesly, para que vea la función. Lo comenté pensando en que la propuesta no era nada genial; pero me sorprendió escucharla decir con entusiasmo: "Sí, gracias, le va a hacer muy bien reír".
Entonces así acordamos y entré al albergue. Yo me quedé pensando en muchas cosas que ya contaré en otro momento. Les compartiré que durante la gira me habían conmovido muchas historias y encuentros con infancias y familias que venían de Sudamérica, de Centroamérica e incluso de África y Afganistán. Algo que tenía muy presente era que la respuesta del público había sido maravillosa.
Cada función me maravillaba con la respuesta tan linda de las infancias hacia los payases. Me asombraba que aun con todos los eventos terribles e injustas que las niñas y niños habían vivido, tenían el espíritu listo para reír plenamente con los payases. Durante cada presentación me encantaba ver sus caritas de asombro, su inocencia, su disposición a disfrutar en grande; escuchar sus carcajadas y ver los gestos que esto creaba me dejaba fascinada.
¡Qué hermosura que exista esta figura que representa alegría! ¡Qué belleza que las infancias vean payases y estén listos para olvidar por un momento lo vivido y reír, y asombrarse, y reír y reír! Siento enorme gratitud de ser payasa y compartir alegría con las familias en situación de vulnerabilidad.
Regresando a nuestra historia y para finalizar les cuento que: El espectáculo comenzó. Había muchas familias asistiendo la función, muchas niñas y niños al frente muy, pero muy, entusiasmados. Yo, a la par que estaba payaseando, buscaba con la mirada a Lesly.
De pronto, ocurrió la magia, Lesly estaba ahí entre las niñas y niños riendo fuertemente con nosotres los payases. También estaba Marina, su mamá, la vi soltando varias carcajadas con expresión de niña. Verlas reír me generó gran dicha. Antes de irme, unos niños me pidieron que les pusiera mi disfraz de gallina. Rápidamente, se hizo una gran fila de niñas y niños queriendo ser gallina payasa por un momento, también Lesly contenta se disfrazó de payasa. .
¡Gracias por ayudar a construir un mundo del reír juntes!
Darina Robles
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