El 11 de octubre, Viki, Nacho y Miner iniciamos una expedición a Kosovo.
Ferdane (Dona) nos vino a recoger al aeropuerto de Pristina. Ella es directora de la ONG Balkan Sunflowers que, junto a Kadrije, coordinó la mayor parte de nuestra expedición, que llevamos a cabo en colaboración con otras ONG del territorio.
Ya en el trayecto del aeropuerto hasta el lugar donde nos íbamos a hospedar pudimos entrever la complejidad política de este pequeño país, con una superficie similar a la de la provincia de Valencia y una población algo mayor que la de la ciudad de Barcelona.
Preguntamos a Dona sobre una bandera con fondo azul sobre la que se dibuja en amarillo la silueta del país bajo seis estrellas blancas y, efectivamente, nos dijo que era la bandera de Kosovo, pero que había gente que prefería la del águila bicéfala negra sobre fondo rojo de Albania.
Nos miramos extrañados.
Albanokosovares, serbios, bosnios, romanís, ashkali, egipcios, turcos son algunas de las comunidades que conforman este país. El equilibrio no resulta sencillo, pero de nuestras conversaciones con la población local se intuye un denominador común: la clase política tiene una gran parte de la responsabilidad.
La gira nos llevó a seis de los siete distritos en los que se divide el país: Pristina, Gjakovë, Pejë, Gjilan, Prizren y Ferizaj realizando 22 representaciones.
Actuamos en espacios muy diversos. Desde centros culturales hasta locales para actividades extraescolares en zonas deprimidas, pasando por teatros, auditorios, escuelas, etc. En todos ellos las audiencias -tanto lxs ninxs como lxs adolescentes y adultxs- estaban ávidas de espectáculos en vivo y eran muy agradecidas.
Lxs niñxs se acercaban sonrientes y visiblemente emocionadxs al final de nuestras actuaciones y algunxs de ellxs nos los lo mostraban con cálidos abrazos, despertando en nosotrxs una gran ternura.
En uno de esos momentos, unos niños nos pidieron que entrelazáramos nuestras manos por los pulgares y formáramos una especie de mariposa con ellas. Así lo hicimos y lo celebraron ufanos: sin saberlo, habíamos representado el águila bicéfala de la bandera albanesa.
No pudimos evitar pensar en la inocencia de aquellos niños adulterada por la influencia de sus progenitores, familiares, allegados o quienquiera que les enseñara aquel símbolo.
De regreso al lugar donde nos alojábamos tuvimos una conversación sobre el hecho de perpetuar ideologías que confrontan, identidades que, de hecho, desaparecen en el momento en el que todos esos pares de ojos se posan sobre lxs payasos y nos reafirmamos en la idea de que la labor que desempeñamos es necesaria, siquiera para dar a entender que la risa es universal, une y no entiende de comunidades, etnias, religiones ni opiniones políticas.
Que, en lo más profundo de nosotrxs, todxs deseamos un mundo con cada vez menos fronteras (no más) y que la diversidad es riqueza.
A muchos de nuestros espectáculos acudieron al mismo tiempo miembros de comunidades romanís, ashkali y egipcia. Nos lo comunicaban a priori o después del show. Nunca supimos distinguir quienes pertenecían a cuál. Otra muestra más de la absurdidad de esas barreras etéreas.
Una tarde, después de una actuación -tomando un café con los responsables locales-, uno de ellos nos mostró la pantalla de su móvil. En ella aparecía una traducción que decía: Muchas gracias por poner todas esas sonrisas en la cara de nuestrxs niñxs. Se nos hizo un pequeño nudo en la garganta.
Era emotivo ver como muchas personas de las entidades locales dedican sus esfuerzos en pos de la conciliación y el ánimo con el que proporcionan esperanza a las comunidades más empobrecidas con los precarios medios de que disponen.
Queremos agradecer el trato recibido por el personal de las ONG con las que hemos colaborado: The Ideas Partnership, Terre des Hommes, SOS Children Villages, Bethany Christian Services, Center for Kosovo Society Depolitization y a la OSCE, además de a la ya mencionada Balkan Sunflowers Kosovo.
Como suele suceder, regresamos a casa con un sabor agridulce: la acritud de lo que aún queda por hacer se mezcla con la dulzura de aquellos abrazos y miradas.
Estos últimos, junto a sus risas, son los motivos por los que, sin dudarlo, volveríamos a aquella tierra tan hospitalaria.
Minervino Montell
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