Nota 1:
Acordamos y planeamos despertar a las ocho, para desayunar a las ocho y treinta, y salir a las nueve y treinta del sitio donde dormimos, que desde hace unos días, llamamos "casa". El plan era bueno, pero Mohamed; un hombre de alrededor de unos sesenta y pico de años, profesor de literatura árabe, oriundo de Marrakech, la persona que nos acompaño a lo largo de toda nuestra aventura con su pequeña moto, su gran capacidad para hablar múltiples idioma, y por supuesto, su sonrisa y sentido del humor; nos llamo para decirnos que cambiaron los planes.
Desde el día primer día que llegamos hasta los últimos minutos antes de tomarnos el vuelo de regreso, está expedición fue, armar y desarmar, cambiar y reorganizar todos los planes acordados. Sin embargo, hubo algo que nunca cambio y bajo ninguna circunstancia posible podía alterarse: Nos explicaron muy seriamente que había un protocolo que seguir, que en pocas palabras, era, comer, comer mucho. Y claro, comimos de todos los colores, formas y texturas. También tomamos mucho té, servido desde alturas inimaginables, y extrañamente; a pesar de ser casi siempre el mismo té, muy pocas veces tenía el mismo sabor.
Después del desayuno, el auto en marcha, el tráfico marroquí, las motos (montones de ellas), el caos en perfecto estado de orden, un calor que derrite glaciares, los mercados, los aromas de las especias, los camellos y las bocinas.
A las diez, ya estábamos en la escuela. Miramos el lugar donde haríamos el espectáculo: Un aula. Poco a poco fuimos notando que, como flores en el jardín, empezaron a brotar miradas de curiosidad y vergüenza en distintos rincones del espacio. Adultos e infancias nos saludaban y murmullaban entre sí, movidos por ese bichito de la intriga: ¿quienes han llegado? o concretamente, ¿quienes son? el otro, lo que no conocemos; lo distinto nos fascina.
Tienen treinta minutos dijo Nacho; nuestro otro guía y coordinador en este viaje, un gran payaso y una persona muy dulce, con un corazón gigante. Y así, todo empezó, casi sin darnos cuenta; y con el pim, pum, pam, aparecieron la chalupas, las narices rojas, el acordeón y los tambores.
Pam, pim, pum, estos ojos que lo miran todo por primera vez y este sonido peculiar, del bullicio del público, expectante y ansioso, mezclado con una guitarra que se afina y las patadas karatekas de una payasa calentando el arte marcial de la risa.
Y waj, juj, tlata, empezó a sonar la orquesta payasa por primera vez, al ritmo del pandeiro; y, como era de esperarse, la orquesta cayo en problemas ni bien pusieron los primeros pies en el aula, nuestro escenario, porque en verdad cualquier esquina, carpa o cocina, puede ser por un rato, el teatro más lindo del mundo.
Estar ahí, encontrarse y sentirse desde el misterio, la ternura y la risa. Sin una sola palabra nos entendemos perfectamente, y nos decimos tantas cosas en tan poco tiempo; y lxs miramos, y nos miran, y empezamos a conocernos, sin palabras, cada vez más de cerca, porque al parecer hablamos el mismo idioma: la risa y el juego. Después, el aplauso, el baile, los abrazos. Un niño que se acerca con papel y nos ayuda a desmaquillarnos.
Al poco tiempo, estamos en otra aula, nuestro camerino y la llegada de dos niñas cantando a coro, una canción suave, y suaves son sus voces, ofreciéndonos una bandeja repleta de chocolates. Nos entregan uno a cada una de las personas presentes. Lo comemos, agradecemos y ellas se emocionan, nosotrxs también.
Y ahora, con estas últimas palabras del día llenas de amor y cansancio, me doy cuenta que hoy fue el día que probé, por primera vez, el chocolate con lágrimas.
Nota 2:
Una tarde nos encontramos con un grupo de mujeres de Marruecos para compartir un taller de clown. Empezamos rápido y después, un poco-mucho de hacer el ridículo y dejar aflorar un poco más, esa vulnerabilidad en los cuerpos. Gracias a los poderes mágicos de las propuestas lúdicas y la guía de Eva, empezamos a ver cómo iban aflorando las payasas de cada una de estas jóvenes. ¡Shukran!!! Les dijimos al terminar. Ellas nos contestaron: ¡Gracias!!!
Nota 3:
A medida que íbamos avanzando Atlas adentro, empezamos a ver y conocer los estragos y efectos del terremoto en casas derrumbadas, escombros y relatos que Nacho nos iba contando de lo que vio y vivió en otras expediciones. Nos señalaba una explanada donde aún habían tiendas montadas y nos explicaba que en la anterior expedición cuando estuvieron ahí, habían montones de tiendas por todas partes. Más tarde, Atlas adentro, las fuimos conociendo; con la perfecta excusa de ir a actuar y compartir con todas sus gentes. Qué decir... mucha ilusión y mucho corazón, y de lo poco que les quedó, nos dieron todo y mucho más.
Porque claro, estos pueblos fueron víctimas de un terremoto inesperado, que llegó por la madrugada llevándose casas, escuelas, pueblos y vidas de muchísimas historias y personas. Y toda la gente que sobrevivió tuvo que desplazarse a sitios amplios para ponerse a salvó y ahí mismo, esperar que esa noche acabe, que todo pase y que mañana es mañana. Ya pasaron nueve meses desde esa noche del ocho de septiembre...
Mucha gente aún está viviendo en los campamentos, en estos nuevos sitios que ahora son su casa y que ahora visitamos; pasando, puerta por puerta, con nuestra orquesta payasa despertando el encuentro y un gran y ridículo espectáculo. Más tarde, verles reír, reír con ellxs, reír juntxs; verles llorar, llorar con ellxs, llorar juntxs; sembrar sueños y fantasía y verles volar, volar con ellxs, volar por el mismo cielo.
Y después partir. Partir por distintos caminos. Porque siempre se ha de partir. Mirar por la ventana. Las manos que nos despiden. Todo va quedando atrás. Preguntarse qué sentido tiene todo esto... todo este gran dolor que tiene el mundo, las innumerables tragedias e injusticias de las que somos testigos o víctimas cada día. Mirar por la ventana. No hay respuestas. Solo el atlas y lo último del sol. Cerrar los ojos. Recordar la alegría que había en los rostros de la gente con los que hoy, hemos jugado. Dormirme, con una sonrisa recostada sobre el pecho, deseando que ellxs también duerman como yo, al menos esta noche, abrazando a una sonrisa. Dormirme, soñando que la risa podría cambiar muchas cosas en el mundo. Pero en el fondo saber que estoy soñando y que los sueños, no entienden mucho de las complejidades y controversias de esta vida. Despertar, misteriosamente, con esperanza.
Nota 4:
Debo confesar que mi momento preferido es justo antes que todo empiece. Un misterio rondando en el aire, el ruido de la sillas acomodándose, los murmullos, las ansias. Tener que ir a llevar algo a la escena antes de empezar, porque te olvidaste de llevarlo antes cuando la sala estaba vacía. Ahora ya está tarde. Todo el público presente te está viendo. Aceptar la derrota. Improvisar, sacar algún recuerdo de la maleta. Desempolvarlo con la calma de un cirujano y ponerlo en marcha. Algo muy pequeño que empieza a crecer despacito, como la llama de un fuego, que con cada soplido, crece; y cuando te quisiste dar cuenta, ya hay un gran hoguera, y el espectáculo aún no empezó, pero ya están bailando las llamas del fuego; y el público, ahora más que nunca, está listo para jugar.
Es que justo antes de empezar, basta con asomar la nariz por la puerta, entre las cortinas o por debajo de la mesa, para sembrar la intriga... hasta que algún tropiezo, algún paso mal calculado, ponga a lxs payasxs ahí, al centro de la escena. Y el primer contacto, el reconocimiento de estos dos mundos que se encuentran en la mirada; y en ese vacío, el brote del mundo al revés, con zapatos absurdamente largos, objetos que se moldean con la imaginación, trenes que nos llevan a remotos paisajes del alma, canciones que cantamos por primera vez pero que por alguna extraña razón, todas las personas presentes cantan la misma letra, el mismo ritmo...
Sospecho que antes de empezar, en ese preciso momento donde el tiempo deja de ser tiempo, desde la entrañas de un zapallo o desde el fondo de una pava de té, se escapó una criatura que todo lo que toca, lo vuelve risa. Y reír es sinónimo de vida. Y sospecho también, justo antes de que todo empiece, que esta lágrima que cayó sobre esta tinta, parece ser que es el final de lo que alguna vez fue y estuvo siendo, una gran sonrisa.
Juampi Sandlien
Gira a Marruecos - Junio 2024
Durante la gira, se realizaron 15 espectáculos para 1402 personas y fue posible gracias al apoyo del Ayuntamiento de Barcelona.
Participaron en esta gira los artistas voluntarios de España y Portugal: Eva Marques Ribeiro, Juan Pablo Sandlien, Diana Pla Solina y Kathleen Louise Costa Martins.
Gracias por leer nuestras experiencias en Marruecos.
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