martes, 16 de julio de 2024

"Mamá, ¿ves? Santa no es real, pero los payasos sí." - Armenia 2024

Habíamos quedado el 3 de junio en el aeropuerto de Madrid, para embarcarnos en una expedición de Payasos Sin Fronteras. Una payasa, Angie, y dos payasos, Pepo y Nacho. 

Para Angie, era la primera vez. Un torbellino de nervios, curiosidad e ilusión hacía que sus ojos brillaran tratando de capturar cada instante como si fuera a ser el último.
Nuestro destino, Armenia. Un pequeño país montañoso, sin salida al mar, que está justo donde termina Europa Oriental y empieza Asia Occidental. Sus vecindades son Turquía al oeste, Georgia al norte, Azerbaiyán al este, y al sur, Irán y el enclave azerbaiyano de Najicheván. Esta antigua república soviética, con una lengua y alfabeto propio, se destacó por ser la primera nación en adoptar el cristianismo como religión oficial allá por el siglo IV.

Sin embargo, aunque alguna iglesia visitamos y alguna palabra armenia aprendimos, la razón de nuestra expedición era otra. Los enfrentamientos entre Azerbaiyán y la República de Artsaj en septiembre de 2023, obligó el exilio de más de 100.000 personas armenias en una sola semana desde el Nagorno Karabaj, ante el temor de una limpieza étnica. Según ACNUR, la mitad era población infantil (31%) y personas mayores (18%).


A este contexto era al que unos meses más tarde llegaba nuestro trío de payasos;  con el único fin de llenar de juego, alegría y optimismo los corazones de todas las personas que sufrían esta crisis humanitaria, tanto las refugiadas, como las que les recibían; y por supuesto, todas aquellas que vivían a diario en una tensa calma que cada cierto tiempo le costaba la vida a alguien.

Aunque nuestro público objetivo central eran las personas refugiadas del Karabaj, actuamos también para personas provenientes de otros lugares en conflicto como Irak, Siria o Ucrania.

Nuestra llegada se vivía con mucha expectación. En algunos lugares, habían montado una fiesta para recibirnos e incluso habían pintado grandes carteles para darnos la bienvenida.


Muchas veces, cuando llegábamos al lugar de la actuación, el público ya estaba esperando en sus “butacas”; así que nuestro espectáculo comenzaba con la entrada de los payasos portando todo el material necesario para la actuación, incluído el altavoz. Tanto el montaje, como el desmontaje, formaba parte del show.

Durante una hora, el público se sumergía en el mundo mágico y surrealista de los payasos. Aunque apenas chapurreábamos cinco o seis palabras en armenio, la sensación era que todos hablábamos una lengua común, el idioma universal de la risa. Hasta tal punto era así, que, al terminar el espectáculo, los más pequeños se nos acercaban exultantes diciéndonos cosas que nos habría gustado escribir si las hubiéramos entendido.
Fueron muchas las vivencias en cada etapa de la gira, muchos ejemplos de resiliencia. Vamos a mencionar algunos:

Tech es un pueblo situado a apenas 200 metros de la frontera con Azervayán, desde el último conflicto de Artsaj (Nagorno-Karabaj) en septiembre de 2023. Un pueblo en el que todas las familias han perdió a alguien por culpa de la guerra; un pueblo que se encuentra amenazado por una nueva escalada del conflicto; y que, sin embargo, lejos de despoblarse, sus gentes siguen construyendo casas y han acogido en los últimos tiempos a veinte nuevas familias.

Otro ejemplo es el de Melanie, una mujer con varios familiares con discapacidad que decidió fundar un centro para personas con discapacidad en Vardenis, muy cerca también del Nagorno-Karabaj. Desde su centro, trabaja para construir comunidad entre las personas con discapacidad y sus familiares; y que ahora también ha dado acogida amás de doscientas familias refugiadas que llegaron con el último conflicto: Unas mil personas. Ella nos comentó: “Van a tardar mucho en olvidarse de los payasos, de sus ropas y del rato que han compartido cada uno. El sentimiento de comunidad que generáis es muy importante”. 

Y para ampliar el rango de edades, mencionaremos también a Tigrán. Un joven de 23 años, refugiado del Nagorno-Karabaj, que nos encontramos en un campamento de verano en Yegheghnadzor, provincia de Vayots Dzor. Él ha estudiado ciencias políticas con la ayuda de un programa para refugiados, y ahora lo quiere devolver yéndose a ejercer como profesor de historia a algún centro en la región fronteriza de Syunik, donde habita una gran cantidad de población refugiada.

Podríamos escribir tantos párrafos como personas con las que hablamos en cada lugar que visitamos. Fueron veinte las actuaciones que hicimos de la mano de ACNUR y 3.366 personas las que se toparon con nuestra pequeña caravana de risas. Junto con nuestro infatigable chofer, Arman, nos movimos por todos los territorios fronterizos de Armenia, llegando a las provincias de Ararat, Armavir, Geghrakunik, Kotayk, Tavush, Dilijan, Lori, Syunik, Vayots Dzor, para terminar nuestras últimas actuaciones ya en Yereván.
Del mismo modo que allí se quedaron con el recuerdo de nuestro paso, nosotros también nos volvimos con un pedacito de este pequeño país rodeado de vecindades poderosas que han ido tiñendo su historia de innumerables guerras, invasiones y hasta intentos de genocidio. Sin embargo, es un país que alberga gentes tranquilas y amables, con ganas de construir su propio futuro, y eso sí; orgullosas de su producto nacional, el albaricoque.
 Cerramos el post con esta pequeña anécdota: Un niño dijo a su madre después de nuestar actuación en Armavir: “Mamá, ¿ves?, Santa no es real, pero los payasos sí”.
Gracias a Payasos Sin Fronteras por haberlo hecho posible.

Nacho Morán Seijas


Entérate más sobre la labor de Acnur y la situación de Armenia en:  https://www.unhcr.org/am/en/humanitarian-response

viernes, 12 de julio de 2024

Notas del Diario de Expedición

Nota 1:

Acordamos y planeamos despertar a las ocho, para desayunar a las ocho y treinta, y salir a las nueve y treinta del sitio donde dormimos, que desde hace unos días, llamamos "casa". El plan era bueno, pero Mohamed; un hombre de alrededor de unos sesenta y pico de años, profesor de literatura árabe, oriundo de Marrakech, la persona que nos acompaño a lo largo de toda nuestra aventura con su pequeña moto, su gran capacidad para hablar múltiples idioma, y por supuesto, su sonrisa y sentido del humor; nos llamo para decirnos que cambiaron los planes.

Desde el día primer día que llegamos hasta los últimos minutos antes de tomarnos el vuelo de regreso, está expedición fue, armar y desarmar, cambiar y reorganizar todos los planes acordados. Sin embargo, hubo algo que nunca cambio y bajo ninguna circunstancia posible podía alterarse: Nos explicaron muy seriamente que había un protocolo que seguir, que en pocas palabras, era, comer, comer mucho. Y claro, comimos de todos los colores, formas y texturas. También tomamos mucho té, servido desde alturas inimaginables, y extrañamente; a pesar de ser casi siempre el mismo té, muy pocas veces tenía el mismo sabor. 

Después del desayuno, el auto en marcha, el tráfico marroquí, las motos (montones de ellas), el caos en perfecto estado de orden, un calor que derrite glaciares, los mercados, los aromas de las especias, los camellos y las bocinas.

A las diez, ya estábamos en la escuela. Miramos el lugar donde haríamos el espectáculo: Un aula. Poco a poco fuimos notando que, como flores en el jardín, empezaron a brotar miradas de curiosidad y vergüenza en distintos rincones del espacio. Adultos e infancias nos saludaban y murmullaban entre sí, movidos por ese bichito de la intriga: ¿quienes han llegado? o concretamente, ¿quienes son? el otro, lo que no conocemos; lo distinto nos fascina. 

Tienen treinta minutos dijo Nacho; nuestro otro guía y coordinador en este viaje, un gran payaso y una persona muy dulce, con un corazón gigante. Y así, todo empezó, casi sin darnos cuenta; y con el pim, pum, pam, aparecieron la chalupas, las narices rojas, el acordeón y los tambores.

Pam, pim, pum, estos ojos que lo miran todo por primera vez y este sonido peculiar, del bullicio del público, expectante y ansioso, mezclado con una guitarra que se afina y las patadas karatekas de una payasa calentando el arte marcial de la risa. 

Y waj, juj, tlata, empezó a sonar la orquesta payasa por primera vez, al ritmo del pandeiro; y, como era de esperarse, la orquesta cayo en problemas ni bien pusieron los primeros pies en el aula, nuestro escenario, porque en verdad cualquier esquina, carpa o cocina, puede ser por un rato, el teatro más lindo del mundo. 

Estar ahí, encontrarse y sentirse desde el misterio, la ternura y la risa. Sin una sola palabra nos entendemos perfectamente, y nos decimos tantas cosas en tan poco tiempo; y lxs miramos, y nos miran, y empezamos a conocernos, sin palabras, cada vez más de cerca, porque al parecer hablamos el mismo idioma: la risa y el juego. Después, el aplauso, el baile, los abrazos. Un niño que se acerca con papel y nos ayuda a desmaquillarnos. 

Al poco tiempo, estamos en otra aula, nuestro camerino y la llegada de dos niñas cantando a coro, una canción suave, y suaves son sus voces, ofreciéndonos una bandeja repleta de chocolates. Nos entregan uno a cada una de las personas presentes. Lo comemos, agradecemos y ellas se emocionan, nosotrxs también. 

Y ahora, con estas últimas palabras del día llenas de amor y cansancio, me doy cuenta que hoy fue el día que probé, por primera vez, el chocolate con lágrimas. 

Nota 2: 

Una tarde nos encontramos con un grupo de mujeres de Marruecos para compartir un taller de clown. Empezamos rápido y después, un poco-mucho de hacer el ridículo y dejar aflorar un poco más, esa vulnerabilidad en los cuerpos. Gracias a los poderes mágicos de las propuestas lúdicas y la guía de Eva, empezamos a ver cómo iban aflorando las payasas de cada una de estas jóvenes. ¡Shukran!!! Les dijimos al terminar. Ellas nos contestaron: ¡Gracias!!! 

Nota 3: 

A medida que íbamos avanzando Atlas adentro, empezamos a ver y conocer los estragos y efectos del terremoto en casas derrumbadas, escombros y relatos que Nacho nos iba contando de lo que vio y vivió en otras expediciones. Nos señalaba una explanada donde aún habían tiendas montadas y nos explicaba que en la anterior expedición cuando estuvieron ahí, habían montones de tiendas por todas partes. 
Más tarde, Atlas adentro, las fuimos conociendo; con la perfecta excusa de ir a actuar y compartir con todas sus gentes. Qué decir... mucha ilusión y mucho corazón, y de lo poco que les quedó, nos dieron todo y mucho más. 

Porque claro, estos pueblos fueron víctimas de un terremoto inesperado, que llegó por la madrugada llevándose casas, escuelas, pueblos y vidas de muchísimas historias y personas. Y toda la gente que sobrevivió tuvo que desplazarse a sitios amplios para ponerse a salvó y ahí mismo, esperar que esa noche acabe, que todo pase y que mañana es mañana. Ya pasaron nueve meses desde esa noche del ocho de septiembre... 

Mucha gente aún está viviendo en los campamentos, en estos nuevos sitios que ahora son su casa y que ahora visitamos; pasando, puerta por puerta, con nuestra orquesta payasa despertando el encuentro y un gran y ridículo espectáculo. Más tarde, verles reír, reír con ellxs, reír juntxs; verles llorar, llorar con ellxs, llorar juntxs; sembrar sueños y fantasía y verles volar, volar con ellxs, volar por el mismo cielo. 

Y después partir. Partir por distintos caminos. Porque siempre se ha de partir. Mirar por la ventana. Las manos que nos despiden. Todo va quedando atrás. Preguntarse qué sentido tiene todo esto... todo este gran dolor que tiene el mundo, las innumerables tragedias e injusticias de las que somos testigos o víctimas cada día. Mirar por la ventana. No hay respuestas. Solo el atlas y lo último del sol. Cerrar los ojos. Recordar la alegría que había en los rostros de la gente con los que hoy, hemos jugado. Dormirme, con una sonrisa recostada sobre el pecho, deseando que ellxs también duerman como yo, al menos esta noche, abrazando a una sonrisa. Dormirme, soñando que la risa podría cambiar muchas cosas en el mundo. Pero en el fondo saber que estoy soñando y que los sueños, no entienden mucho de las complejidades y controversias de esta vida. Despertar, misteriosamente, con esperanza. 

Nota 4: 

Debo confesar que mi momento preferido es justo antes que todo empiece. Un misterio rondando en el aire, el ruido de la sillas acomodándose, los murmullos, las ansias. Tener que ir a llevar algo a la escena antes de empezar, porque te olvidaste de llevarlo antes cuando la sala estaba vacía. Ahora ya está tarde. Todo el público presente te está viendo. Aceptar la derrota. Improvisar, sacar algún recuerdo de la maleta. Desempolvarlo con la calma de un cirujano y ponerlo en marcha. Algo muy pequeño que empieza a crecer despacito, como la llama de un fuego, que con cada soplido, crece; y cuando te quisiste dar cuenta, ya hay un gran hoguera, y el espectáculo aún no empezó, pero ya están bailando las llamas del fuego; y el público, ahora más que nunca, está listo para jugar. 

Es que justo antes de empezar, basta con asomar la nariz por la puerta, entre las cortinas o por debajo de la mesa, para sembrar la intriga... hasta que algún tropiezo, algún paso mal calculado, ponga a lxs payasxs ahí, al centro de la escena. Y el primer contacto, el reconocimiento de estos dos mundos que se encuentran en la mirada; y en ese vacío, el brote del mundo al revés, con zapatos absurdamente largos, objetos que se moldean con la imaginación, trenes que nos llevan a remotos paisajes del alma, canciones que cantamos por primera vez pero que por alguna extraña razón, todas las personas presentes cantan la misma letra, el mismo ritmo... 

Sospecho que antes de empezar, en ese preciso momento donde el tiempo deja de ser tiempo, desde la entrañas de un zapallo o desde el fondo de una pava de té, se escapó una criatura que todo lo que toca, lo vuelve risa. Y reír es sinónimo de vida. Y sospecho también, justo antes de que todo empiece, que esta lágrima que cayó sobre esta tinta, parece ser que es el final de lo que alguna vez fue y estuvo siendo, una gran sonrisa. 

Juampi Sandlien
Gira a Marruecos - Junio 2024








Durante la gira, se realizaron 15 espectáculos para 1402 personas y fue posible gracias al apoyo del Ayuntamiento de Barcelona.


Participaron en esta gira los artistas voluntarios de España y Portugal: Eva Marques Ribeiro, Juan Pablo Sandlien, Diana Pla Solina y Kathleen Louise Costa Martins.


Gracias por leer nuestras experiencias en Marruecos.

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martes, 9 de julio de 2024

Mi primera expedición

El mundo es inmenso; y, aunque la mayoría de nosotros localizamos muchas partes, tenemos que reconocer que no pensamos diariamente en casi ninguna. Son las noticias, las que nos sitúan en millones de sitios y hacen que broten millones de sentimientos de solidaridad hacia esas partes del mundo que peor lo pasan.

Todos alguna vez hemos oído hablar de Armenia, aunque muchos tengan que buscar exactamente su situación. Casi todo el mundo conoce sus largas guerras y la pérdida de Nagorno Karabaj. Pero indudablemente, aunque el mundo empatiza y sufre por los demás, es muy complicado poder hacer algo más; nuestros días caminan con nuestra guerra personal y el desconocimiento de ignorancia hacia todo lo demás.

Pero para mí, una simple mortal, todo esto va a cambiar. De repente, mi corazón empieza a latir con toda la fuerza del mundo. ¡Voy a ir de expedición, no me lo puedo creer! Mi maquinaria comienza a funcionar, la emoción, la razón se vuelven locas, situando dónde van a llevarme mis pasos. Pues mis pasos, junto a los de mis compañeros, caminarán hacia Armenia. 

Millones de sentimientos afloran por todos los sitios, reconozco la importancia de una sonrisa y más aún, del que no la recibe cada día. Así que solo pienso cómo poder llevar esa sonrisa por toda Armenia. Solo quiero esa mueca, que es más poderosa que cualquier fuerza del mundo. Aunque nerviosa, porque no sé qué es lo que me voy a encontrar, ofrece mucha tranquilidad mis dos compañeros Nacho y Pepo, los cuales tienen experiencia más que de sobra.

Comienza la aventura; ya no es un sueño, es una realidad porque tiene día y hora. Allí en Armenia, nos encontramos mis dos compañeros y yo, dispuestos a hacer el mejor espectáculo; en busca de esa mueca tan deseada que es “su sonrisa”, la esperanza del brillo de sus ojos, el deseo de un gran abrazo al final que nunca quieres que termine, y de un momento que quieres inmortalizar para no olvidar. 

Cada día, estaba envuelto en una emoción, en un brillo de ojos, en una sonrisa, en unas manos; la expectación del lugar y la adrenalina recorriendo mi cuerpo, se mezclaba. El deseo era mutuo y mi payasa caminaba día a día en el deseo de jugar, jugar con ellos, arrancar el esbozo de esa sonrisa de una manera natural. 

Mi Payasa se va haciendo grande día a día según va pasando por lugares; el calor, el cariño y el deseo de un pequeño paréntesis en su gran realidad me hacen grande. Palabras que llevaré en el corazón para toda la vida: “eres el sol de Armenia en los días de lluvia”, o su gran generosidad al compartir todo aquello que tienen.

Al principio, a mí personalmente, me cuesta recibir del que poco tiene; pues me lleva a pensar que me quedo con lo que no es mío y lo que en otro momento necesitarán. Pero está claro que la vida te enseña cada día una lección más, entre otras cuantas, la de recibir con el corazón abierto y disfrutar del momento que se tiene, simplemente por el placer de compartir. 

Gracias, muchísimas gracias, por todos esos lugares en los que nos recibisteis expectantes, por todos esos lugares en los que nos esperabais, con todo. Un pequeño Kit-kat en vuestra vida, un momento fresco en el cual, la vida te regala una sonrisa, algo que todos damos por sentado y que parece que no es un regalo. Pero efectivamente, no solamente ha sido un kit-kat para vosotros, también lo ha sido para mí. Un recuerdo que tampoco olvidaré.

Escuché en numerosas ocasiones, mientras me hacía fotos con todas aquellas niñas y niños, que durante mucho tiempo sería parte de su recuerdo. Estoy segura que será así; tanto mis compañeros como yo, formamos parte de un bonito recuerdo que no solo vivirá en ellos, también vivirá en mí. La vida es una suma de momentos que nos hacen lo que somos; y yo, hoy por hoy y para siempre, soy un poco de Armenia.

Caminar durante esos 15 días con vosotros, abrir los ojos expectantes al mundo que me recibía, ver lugares diferentes a los que yo estoy acostumbrada. Un lugar donde nuestras preocupaciones cambian y todo se mira de otra forma. 

Un país increíble Armenia, donde nos pueden dar a todos una lección de humildad. Un pueblo castigado durante muchísimo tiempo y siempre teniendo que protegerse de los demás. Y cuando llegas, lo que ves es gente sencilla, tranquila y de lo más pacífica. Un pueblo precioso, y no solo por su paisaje, que es increíble con sus montañas. La grandeza de Armenia la tiene su pueblo. ¡Los Armenios!

Espero haber dejado suficiente buen recuerdo, la mejor de las sonrisas, y la mayor carcajada, para todo lo que me llevo.

Por último, quiero agradecer en este camino a mis compañeros Nacho y Pepo por darme la oportunidad de caminar a su lado y poder disfrutar de una experiencia semejante; a Lena (y a toda la oficina), que siempre estuvo pendiente de nosotros; y como no, a Arman nuestro chofer, el mejor del mundo, el cual nos ha llevado a cada lugar; el equipo no era de tres, era de cuatro. Para finalizar, quiero agradecer a Anahit y a todo el valioso equipo que tiene, por la gran labor que hacen día a día. Gracias a ellos, hemos podido construir un recuerdo precioso que siempre nos esbozará a todos una gran sonrisa. 

No es un adiós, es un hasta pronto.

Un saludo

Angélica Veintimilla






Durante la gira, se realizaron 20 espectáculos para 3366 personas y fue posible gracias a la coordinación con ACNUR Armenia y al apoyo del Ayuntamiento de Barcelona.



Participaron en esta gira los artistas voluntarios Ignacio "Nacho" Morán, José Luis "Pepo" Rueda y Angélica Veintimilla.


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