Recogemos nuestros bártulos y, bien temprano, llegamos al aeropuerto de Varsovia. Su nombre nos hace soñar: "Chopin", cuyo corazón está enterrado en estas tierras. También a nosotros se nos ha quedado aquí parte del corazón. Una expedición más de PSF, asistir de nuevo a las consecuencias de una guerra, centros de acogida de refugiados, familias que llegan extenuadas tras cruzar la frontera desde Ucrania, en su mayoría mujeres y niños.
Instalados en sus colchonetas, hacinados en largas hileras en el suelo, reciben el espectáculo de la "familia Patata". Niños ojerosos y mamás que hablan por teléfono con los familiares que dejaron atrás. Un barullo de voluntarios, ONGs y la solidaridad del pueblo polaco, que se ha volcado generosamente. Entre todo este particular ambiente, una niña ilusionada se hace paso y nos ayuda a llevar las maletas al lugar de la función en una muestra de emoción ante lo que está apunto de ocurrir. Mientras preparamos el show, asistimos a diversas manifestaciones del éxodo: desde la mujer que llora en su cama desconsoladamente a la señora que se maquilla y peina cuidadosamente su larga melena en un emotivo gesto que subraya el afán por mantener la dignidad ante el derrumbamiento que ha cambiado súbitamente su vida.
Suena la música, da comienzo el espectáculo y nuestros cuerpos se transforman para dar lo mejor. Magia, malabares y mucho, mucho clown. Terminamos al ritmo de "Je veux" de Zaz, sacamos a todos los niños a bailar con lo que nos queda de energía y después recibimos tanto amor de ellos y de sus mamás que, una vez más, sentimos que merece mucho la pena lo que hemos venido a hacer.
Sergei, el coordinador del centro de acogida, nos agradece el bien que hemos hecho allí y, amparado por sus años de experiencia en educación y cooperación, nos dice lo siguiente: "Los niños son como plantas, siempre van a crecer. Ésta generación estará marcada para siempre, pero de nosotros depende si crecen en una tierra fértil o en una tierra yerma." Con esta bella metáfora nos agradecía la felicidad que habíamos "plantado" a través de la risa. La esperanza de que esta nueva tierra podría ser, a pesar de todo, un lugar hermoso y lleno de alegría y flores. Minutos después un adolescente nos acompaña a la furgoneta y nos dice en un torpe castellano "muchas gracias amigos".
Regresamos después de 21 espectáculos para 2.200 personas.
Hasta siempre, Polonia. Hasta siempre, Ucrania.
Soñamos con el día en que no tengamos que volver.
Pepo Rueda, Alicia Benito, Ester Abad y Adrián Zamorano.
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