Llegamos a las 9 am a un campo de refugiados atípico para nosotros: Tongogara. Pues es un campo de refugiados estable, lleva tanto tiempo instalado que las tiendas de campaña han sido sustituidas por precarios edificios donde ahora habitan los refugiados, provenientes en su mayoría de la República Democrática del Congo, Burundi y Mozambique. Es un campo de refugiados donde Payasos Sin Fronteras nunca habíamos puesto un pie o en este caso, una nariz.
A primera hora niños y mayores no entendían muy bien qué era lo que estaba sucediendo cuando veían salir a esos excéntricos personajes con sus ropas de colores y sus exagerados maquillajes. La convocatoria por parte de las ong's locales no había surtido mucho efecto entre los habitantes del lugar y a la hora de la actuación había muy poco público convocado frente al improvisado escenario. Por ese motivo, decidimos salir nosotros a buscarlos haciendo un pequeño pasacalles por el campo de refugiados. El pasacalles surgió efecto enseguida, sobretodo, entre los más pequeños que comenzaban a seguirnos haciendo todo tipo de fiestas y bailes. Tras una hora de pasacalles conseguimos llevar hasta el lugar del espectáculo a unos 150 niños. Cuando llegamos ya había otros cuantos esperándonos.
Los niños entran al juego enseguida con nosotros. A pesar de no conocer al personaje del payaso enseguida se sienten identificados con él, pues es a fin de cuentas un personaje infantil. Ríen todas nuestras gracias de manera abierta y nos animan para que hagamos más. Quieren que sigamos. Son amables, respetando nuestra propuesta y manteniendo una educación propia del público más selecto. Entre risas, aplausos y abrazos acabamos la función y recogimos nuestras cosas. Reservando un poco de energía pues la expedición no ha hecho más que empezar.
Romero (Circobaya)
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