martes, 25 de abril de 2017

La alegría como arma de rebeldía

Nos agarramos a esta frase al llegar a nuestro nuevo destino. Un campo de refugiados donde las vivencias por las que ha pasado la infancia son más crudas si cabe todavía. 

Kanni, la mujer kurda que nos acompaña, nos pone en situación: - “Imagina que con tres años te separan de toda tu familia, te prohíben hablar tu lengua materna y se encargan de que olvides quién eres”. Con suerte (mucha), acabas en un campo de refugiados y no desaparecido u obligado a formar parte de un despiadado grupo genocida. Pues todo esto y mucho más nos cuenta Kanni. Ella, mujer llena de rasmia kurda (como decimos en Aragón). 

Con el pecho abierto nos disponemos a repartir sonrisas. Los niños nos reciben con un regalo en forma de canción, el himno Kurdo; dice algo así: “Los kurdos han de estar vivos y no muertos... los niños serán la revolución...” Acá las risas no suenan a carcajadas, tienen mucho duelo dentro. Vemos ojos volviendo a brillar, suenan aplausos y mucha ilusión se abre camino de nuevo en estos pequeños grandes titanes supervivientes. Esto es sin duda “The power of love.”

Patri.













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