Es verdad eso que dicen que las kurdas son unas mujeres poderosas. Las dos personas de enlace que nos acompañan en nuestro trabajo en la nueva ciudad que visitamos, Duhok, son mujeres y tienen puestos de mucha responsabilidad además de ser un encanto. Sus brillantes ojos reflejan la fuerza que contienen, además de desprender un enorme cariño hacía la difícil función que desempeñan.
Los campos de refugiados que estamos visitando aquí son realmente estremecedores, unos están construidos a base de tiendas de campaña y otros a base de invernaderos, que ríete tu del mar de plástico de "El Ejido". Una visión que hace que nos frotemos los ojos para cerciorarnos de lo que estamos viendo.
En estos campos habitan personas que han sido rescatadas de ciudades invadidas por el ISIS. Muchas llevan dos y tres años viviendo aquí, sin tener contacto con el exterior, ni siquiera a través de móviles o internet, ya que los tienen prohibidos por motivos de seguridad.
El abanico de emociones que brotan del trabajo que realizamos aquí, es amplio y recíproco. Algunos se asustan y no llegan a gestionar lo que están viendo, ya que tienen el corazón taponado por el sufrimiento que han vivido, ya sea por haber perdido a sus familiares o por cualquier situación que deriva de las devastadoras consecuencias de haber sufrido una guerra. Otros estallan de alegría y no pueden parar de reír, gritar y avanzar hacia nosotros para sentirnos más cerca.
Nosotros estamos aprendiendo a gestionar mejor cada día lo que sucede en cada espectáculo. A pesar de que nos duele acabar el show e irnos en ocasiones casi sin despedirnos, creemos que por su integridad física y la nuestra es mejor salir de allí cuanto antes, porque si no nos comerían como le pasa al protagonista de “El perfume”, o algún chiquitín acabaría ahogado y aplastado por cualquiera de sus compañeras.
A veces nos derrumbamos y lloramos al salir de estas situaciones, pero estamos muy orgullosas de sentir que nuestra manera de luchar es a través de: la risa, las acrobacias, los colores, los malabares, la música, las tontadas… y que la violencia hacia las más indefensas es lo que queremos que desaparezca de este privilegiado planeta que habitamos. Nuestra manera de intentar que esta lacra que propagan los poderosos desaparezca es también a través de misiles, pero misiles de amor.
Pensaréis que nosotros somos los que damos este amor , pero no. Un misil de amor es montar en la furgo cerrar puertas y ventanas como podemos y salir del campo rodeados por 200 niñas que se despiden golpeando la furgoneta como si estuviera granizando lo más grande. Nos asalta la duda de quien recibe más y sentimos que nosotras recibimos muchísimo más de lo que entregamos.
Javichu. Duhok 18/4/2017
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