viernes, 22 de febrero de 2019

Intensa, amorosa y especial "La Guajira"

En nuestra última etapa de gira en colaboración con ACNUR viajamos a la región de La Guajira. Dice la leyenda que tiene el nombre de una mujer que se enfrentó al mar poderosa reclamando su poder y presencia. AQUÍ ESTOY. 

La Guajira. Caliente y ventosa, desértica en su península que penetra al mar de agua cristalina. Cactus enormes, tierra arenosa y a la vez un paisaje de plásticos, bolsas agarradas a las ramas, de una manera tan exagerada que a veces pareciese que la basura forma parte de una estampa de vegetación particular. Pobre, muy pobre.

Esta parte de expedición viajamos sabiendo que nuestro destino como payasxs iban a ser asentamientos informales, barrios y comunidades wayúu. Era la primera vez que una expedición payasa llegaba a esta zona y era muy probable que hubiese muchas personas que no habían visto una nariz roja en su vida. 

"No vais a ir a zonas de paso" nos dijeron, pero a la vez, La Guajira es una de las zonas con mas "trochas" (así le llaman a los pasos irregulares por donde la gente entra o sale de un país a otro...por donde circulan los contrabandistas...etc). 

Así conocimos comunidades a las que la única manera de llegar era a través de una trocha, un camino en el medio del desierto, en el que te cruzas con camiones llevando bidones de gasolina, personas a caballo o en burro yendo a por agua, motos llevando a dos o tres (o más) personas...y que depende a qué hora la cruces  el ambiente se vuelve una densa nube de arena y polvo en la que el riesgo aumenta porque no se ve tres en un burro.

Vimos mucha pobreza, comunidades muy aisladas, barrios enteros donde el único pozo de agua que tienen está a media hora. Media hora en burro bajo el calor que pega muy fuerte.

Estuvimos en colegios, en pequeñas carpas puestas por UNICEF (el único lugar de sombra que podían tener aquellas personas fuera de sus casas hechas de plástico, maderas finas o adobe lxs más veteranxs), canchas de fútbol, en plena plaza, en comunidades de etnia wayúu y en centros de acogida para la infancia venezolana refugiada. 

Cuento todo esto para poder contextualizar en mi memoria de imágenes, para intentar retratar con un poco mas detalle el paisaje en el que vivimos todas la experiencias de esta última parte de nuestro trabajo. Fue duro. Fue impactante, chocante.

Hablo por mí, en primera persona, pero también sé que mis compas vivieron sus momentos cada cual igual de intensos y como grupo pusimos todo el corazón que pudimos.

Hubo tantos momentos hermosos. No puedo dejar de recordar las risas de lxs niñxs, las caritas de asombro de lxs niñxs wayúu y sus carcajadas con los malabares (al mismo tiempo que nosotrxs nos asombrábamos y celebrábamos mirándonos), la curiosidad por la música y los instrumentos, los abrazos tan fuertes, y como siempre la pregunta ¿cuando volverán? Y ahí...uff...

Estuvimos en colegios con muchísimos niñxs, algunxs bien chiquitines. Recuerdo que me encantaba ver que si bien algunxs bebés lloraban al vernos porque se asustaban (por lo que siempre empezábamos dulcemente con la música apareciendo poco a poco), otros directamente te lanzaban la manita a la nariz. Les llamaba tanto la atención.

Me llenaba de amor ver que niñxs y mayores disfrutaban muchísimo y lo íbamos notando a medida que aplaudían más y más. Aplaudían rápidamente cuando algo les hacía reír y sus caras transmitían tanta alegría.

Uno de los días, al terminar la función una mujer me abrazó y me dio bendiciones para nosotrxs. Me dijo: "gracias de verdad porque a nuestrxs niñxs les hace falta y les hace muy bien... Usted sabe que aquí estamos en un momento muy doloroso..."
Se emocionó y yo la abracé. Le ofrecí darle un beso de "pajarito" (un beso que me gusta dar a lxs niñxs ,si quieren, quedándome pegada a su mejilla muy suave dando besitos muy pequeñitos). Ella lo recibió, al principio más nerviosa y luego ya quieta. Igual que lxs niñxs que ríen mientras sucede el beso pero siguen quedándose quietxs para que no se acabe. Me emocionó ver en sus ojos brillar su niña también. Enternecerse. Después de ese momento me despedí, le dije que no olvidase que ella también necesita reír, le hice una cosquilla suave y me fui a la furgo porque ya tocaba marchar.

Mientras dejábamos atrás el lugar fui pensando lo poderoso que es el papel, la fuerza y la energía de las mujeres en momentos tan duros... Me sentí agradecida de poder tener la suerte de mandarles un beso a sus niñas internas desde mi payasa. Ellas también están ahí. No se nos puede olvidar. 

No paro de pensar en los seres tan generosos que tengo delante y a veces hasta abruma. Cuando terminamos vienen a abrazarnos. A saludarnos. A mirarnos muy de cerca con sus ojazos y su sonrisa. A tener ese pequeño momento real de contacto. A veces vienen a pedirnos que le demos algo, claro... Que les dejemos tocar el instrumento por ejemplo... Pero muchas otras veces vienen solo a darnos cariño, un abrazo, darnos la mano y tal vez después se van corriendo dejándonos su pequeño-gran momento de alegría y sinceridad.

Es triste irte sabiendo que probablemente no los vuelvas a ver... Me quedo y me aferro a que solo ese pequeño momento vale para tanto tiempo como la memoria del corazón lo sepa guardar. Y sana. A ellxs y a nosotrxs. Seguro!

Allí lo hemos dado todo en los 27 espectáculos que hemos hecho. ¡Nos han visto más de 2.000 personas que han visto en las sonrisas un poco de esperanza! Con todo esto nos quedamos. Gracias por leernos y por apoyarnos.
Maite Guevara














Esta expedición cuenta con el apoyo de los granitos de arena de nuestros socios y socias y del 



***************

Gracias por leer nuestras aventuras en Colombia.

Ayúdanos a seguir compartiendo sonrisas en éste y otros muchos países.


Atentamente,

Patri, Maite, Toño, Javi y Jennifer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡AYUDA SONRISAS al 28099!

¡AYUDA SONRISAS al 28099!
¡Y nos donarás 1'20 EUR! Sólo válido con Movistar, Orange y Vodafone.

Contribuyentes