30 AÑOS - PAYASOS SIN FRONTERAS

Payasos Sin Fronteras: un proyecto de locos..., de payasos, malabaristas, equilibristas, trapecistas, magos, titiriteros, bailarines, músicos..., artistas del efímero arte callejero, de las fiestas populares y de pasar la gorra. Nació gracias a la iniciativa de los niños y maestros de la Escola Projecte, donde mi hermana trabajaba como enfermera. En aquellos tiempos, la escuela estaba especializada en niños con hemofilia.

Durante la comida de Navidad de 1992, en casa de mis padres, recibí una llamada de los niños de ese centro, proponiéndome hacer un espectáculo en un campo de refugiados cerca de Italia, como parte de una fiesta para pedir la paz en la guerra de los Balcanes que acababa de comenzar. Me contaron que en el campo había un maestro de su escuela y que estaban en contacto con muchas otras escuelas del mundo a través de una nueva técnica que consistía en transmitir información desde una computadora por medio de la línea telefónica —la telemática—, y que tenían el dinero para pagar el combustible, los peajes de las autopistas y toda la logística para hacer posible el espectáculo. En una visita a la escuela acordamos del salir de Barcelona un 23 de febrero.

Junto con mi compañera Montserrat Trias Muñoz y nuestro hijo de 14 años, Blai, recorrimos los 1260 kilómetros que separan Barcelona de la península de Istria, y el 26 de febrero, antes de la hora de almuerzo, estábamos representando Clovni, un espectáculo callejero en el payaso se lanzaba desde una torre de 12 metros de altura a un vaso de agua. Con ese espectáculo, en ese momento, recorríamos festivales de teatro callejero por Europa y América del Norte. El resultado fue abrumador; acabada la función, se suspendieron los turnos de comida, la entrega de cartas se hizo de manera conjunta y las diferentes familias enfrentadas por la guerra rieron juntas hasta llorar de todas las provocaciones del payaso.

Hacía tiempo que mi buen amigo Vicenç Fisas Armengol, gran estudioso de conflictos armados y procesos de paz, me hablaba de los niños que se encontraban en lo campos de refugiados, buscando desesperadamente su infancia, y de lo útil que sería que un payaso pudiera visitarlos. De sus labios surgió por primera vez el nombre de Payasos Sin Fronteras (PSF).

Totalmente impactados, regresamos a Barcelona con la firme convicción de que debíamos intentarlo de nuevo. En mayo de 1993, cruzamos la frontera yugoslava con los malabaristas Boni & Caroli en busca de los campos de refugiados en la zona de Varazdin, esta vez sin ningún tipo de apoyo. Las sensaciones y emociones del primer viaje se repitieron; lo que estábamos haciendo era muy útil y no veíamos marcha atrás. En el largo viaje de regreso, la idea de crear una forma de organización comenzó a gestarse. Durante una parada para cargar gasolina en un área de servicio de la autopista francesa, Montserrat Trias subió a la camioneta con una servilleta de papel en la que había dibujado un payaso con esparadrapos en los ojos, la bola del mundo como nariz y un gran corazón como boca. Ya teníamos un logo. Haríamos pines y camisetas y los llevaríamos en nuestros espectáculos: «Venimos de los campos de refugiados de Yugoslavia y queremos volver allí, los niños nos esperan, y nos podéis ayudar». 

El 23 de junio de 1993, en la oficina de Josep Maria Socías Humbert en la calle Roger de Llúria de Barcelona, se creó la asociación con amigos del barrio, colegas de profesión y miembros de entidades pacifistas. Montamos la sede en casa de Pepe Perea y Victoria Plana. Montserrat Solé y Rosa Argelagos asumieron la secretaría, y lanzamos un llamamiento que generó ocho expediciones ese mismo año, autofinanciadas por los propios artistas.

El tiempo pasa. Se han realizado miles de espectáculos en campos de refugiados debido a causas bélicas y desastres naturales, centenares de artistas han participado de manera completamente generosa y altruista en esta historia, convirtiendo la risa en un canto de paz y resiliencia. A veces me pregunto cómo lo hemos logrado. Somos artistas, por supuesto, queremos vivir de nuestro trabajo, pero nos alimenta la risa del público, los ojos brillantes a punto de llorar de risa. En el caso de las expediciones de PSF, la utilidad de esta forma de expresión escénica alcanza su máximo nivel. Todos los artistas hacemos arte; cuando nuestro arte mejora la vida y el pensamiento de las personas, lo llamamos cultura: es lo que sucede. Como decía Joan Brossa (supporter de PSF): «Conozco la utilidad de lo inútil y tengo la riqueza de no querer ser rico».

Hay un antes y un después para un artista que participa en los proyectos de PSF. En una expedición, das mucho, pero aprendes mucho más. En casa, nos cambio la forma de entender el mundo. ¡Infinitas gracias a todos los que han ayudado en esta magnífica aventura de locos y la han compartido!

Cuando la realidad pinta e cielo de negro, la carcajada generosa de agradecimiento de aquellos que no tienen nada lo pinta de colores.

 

Tortell Poltrona

Prólogo Libro “Risas y Emociones: los viajes de Payasos Sin Fronteras (1993-2022)”


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