Volvemos a hacer una expedición,
volvemos con Payasos Sin Fronteras, esta vez al Kurdistán,
Irak. Volvemos a tener el privilegio de poder visitar y jugar en
muchos campos de refugiados que se reproducen por toda la región producto del bochornoso espectáculo de la guerra, refugiados kurdos, iraquíes, sirios... Da igual, seres humanos como nosotros, padres,
hijos, familias enteras, familias rotas arrebatadas de sus casas,
expulsados de sus pequeñas propiedades, de su identidad, de su vida
en definitiva... Nuestro objetivo es visitarlos, romper el tedio, calmar
la incertidumbre, dar un impulso a través del juego, el poder de la
visita y de la fiesta, a una hora, en un lugar, donde sea. Para
unos pocos, para todo el mundo, que comience el espectáculo, ¡Que
comience el milagro de la risa, el poder de la visita!
Porque la visita de 4 payasos a un
campo de refugiados es una humilde invitación a la esperanza y así somos recibidos en campos como los de Bardarash,
Akre, Gawilan, cerca de la capital Erbil, al norte de Dohuk, a no
tanta distancia de Mosul, la guerra cerca y lejos. Allí nos
esperan, como el campo de Taq Taq donde alrededor de 200 niños nos
reciben como estrellas del rock, están ansiosos. A parte de la risa
y el entretenimiento, cuando les visitamos sienten que alguien los
recuerda, los piensa... Existen. Hay cientos de historias en cada
campo, en cada tienda. Historias trágicas, inimaginables, que
producen repugnancia. Historias de guerra, de abusos, historias que
nos hablan de la perdida brutal de la humanidad. ¿Has oído explotar
una bomba cerca alguna vez? me pregunta un Kurdo amigo...crees que el
corazon te va a explotar...
Pero la visita no ha hecho más que empezar. Además todo esto para 4 payasos no es primordial, somos
idiotas y listos, sabemos jugar y hacer reír, ese es nuestro
trabajo. Y la maravilla se produce. Comienza la función. Los niños
son más niños, los adultos respiran tímidos y sonríen cómplices.... Está bien lo que hacéis, nos aseguran, se activa el
agradecimiento y las historias trágicas se desvanecen por unos
minutos, sólo existen los payasos y su público, el tiempo se comprime
y todo es presente y todo son ojos. Ojos encendidos, casi
violentos de tanta alegría, ojos que parecen gritarle al mundo, a ese
mundo disperso y asustado que tienen derecho a reírse, a burlarse, a
celebrar, a que alguien los cuide y los oiga. Y los payasos juegan,
con ganas, flexibles y abiertos... bailamos, bailamos juntos el
desastre....y las tiendas, los contenedores, el calor, la basura, el
caos, parecen no existir por momentos.
El milagro de la celebración se lleva a cabo, a una hora, en un lugar, donde
sea... como en el campo de Debaga, donde hacemos reír a cientos de
personas y el mundo es pequeño, milagrosamente entendible y
termina y los aplausos son nuestra recompensa. Inevitablemente todo
vuelve a su lugar poco a poco, o mejor dicho a su no lugar y las
tiendas siguen ahí y algunos niños se van, como en manadas, jugando
sin juguetes. Otros aprovechan hasta el último momento con nosotros,
el poder de la visita se realizó con éxito y los payasos hicieron su
trabajo y comienzan a marcharse evitando las nubes de la culpa, del
que duda y se sabe un privilegiado, del que ve en primera persona que
significa la guerra, y el mensaje de los payasos se transmitió y el milagro de la risa se produjo, el poder de la visita hizo su
efecto, la visita de 4 payasos, en son de paz con la vida y en pie de
guerra con la guerra.
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