miércoles, 2 de marzo de 2016

Cuentos de Liberia

Había una vez un payaso que vivía feliz, apacible y tranquilamente en su casa del campo junto a su familia. De pronto sonó el teléfono. La voz del otro lado del aparato era ronca y algo confundida. Pero el mensaje era claro: había unos niños que estaban en un lugar muy lejano que no podían reír. El payaso no lo dudó, se hizo la maleta y la llenó de sus juguetes portadores de ilusión y de alegría. Pensó que ningún niño en el mundo podía estar sin una sonrisa.

Cuando el avión se separaba de la tierra le invadió un sentimiento de nostalgia. Lo que más amaba en el mundo se había quedado en casa. No dejaba de pensar en su niña que tenía nombre de calorcito y de su niño que tenia nombre de hombre. Y tampoco dejó de pensar en su mujer que su nombre se podía decir al derecho y al revés. Pero al poco tiempo la nostalgia se convirtió en alegría porque se dio cuenta que un cachito de ellos iba en la parte más importante de su cuerpo: el corazón, donde reside el amor.


En ese momento, el avión atravesaba las nubes y al payaso el sueño le conquistó. Después de despertarse se dio cuenta que había estado soñando todo el viaje. El sueño había sido profundo pero todavía estaba cansado porque en los autobuses era difícil descansar. No le importaba, había estado soñando con animales muy raros y divertidos. Cebras amarillas con rayas moradas, rinocerontes naranjas, cocodrilos azules, elefantes blancos... Estaba recordando, medio despierto, lo azules que eran los colores reales de esos animales cuando, de repente, una señorita vestida de uniforme, le servía una bandeja de comida prefabricada mientras le decía “Bon apétit !”. Pensó en el huerto que estaba haciendo en casa y recordó que allí se comía mucho mejor. Pero no la rechazó pues tenía bastante hambre. Era la primera vez que le servían comida en un autobús.

Miró por la ventana y cuál fue su sorpresa cuando vio que el autobús no tenía ruedas, en cambio llevaba dos alas gigantes mucho más grandes que las de cualquier pájaro. Y es que todavía, casi dormido, no se había dado cuenta que este era un viaje largo con un motivo muy especial. Miro su maleta, que tenía en los pies, llena de sus juguetes de payaso, y la acarició mientra pensaba que los aviones eran autobuses que habían cambiado sus ruedas por alas para ir por el cielo. Justo en ese momento el avión aterrizó.

Fue tan largo el viaje que el payaso estaba como loco por pisar el suelo. Así que, se colocó el primero en la fila para bajar del avión. El piloto le dio al botón para abrir la puerta y justo al abrirse recibió una bofetada de calor. El lugar de donde venía hacía bastante frío y en su casa la chimenea estaba siempre encendida. En cambio allí hacía un calor intenso y bastante pegajoso. Una de las azafatas le explicó que estaba en el ecuador de la tierra y que allí siempre hacía calor. Unas veces con lluvia y otras no. Había llegado en la temporada seca, así que no llovía. Pero no sólo le sorprendió el calor, también el color y ojos de todas las cosas que tenía a su alrededor. Los animales, las frutas, y hasta las plantas parecían más vivas, algo especial.

Con su maleta en la mano se puso a caminar y sin querer su maleta chocó con la maleta de otro señor. Las dos maletas cayeron al suelo y se abrieron. Fue una sorpresa cuando vio que la otra maleta estaba llena de juguetes de payaso. Primero se disculparon y luego los dos dijeron a la vez: “¡Tú también eres payaso!” El otro payaso le explicó que le habían llamado para decirle te había unos niños que no se podían reír. Y pensó: “Justo lo mismo que a mí”. 


El otro payaso iba con otro amigo también payaso y mago. Se presentaron. A uno le llamaban"el Negro" aunque era blanco como la leche, y al otro le llamaban Pau, que significa Paz en en un idioma que el conocía, el catalán. Le parecieron muy divertidos sus dos nuevos amigos. Y así decidieron los tres ir a repartir sonrisas juntos. Ahora sólo tenían que buscar un sitio para dormir, porque al día siguiente, juntos, irían a hacer lo que mejor sabían hacer, hacer reír.

El sitio que encontraron para dormir era bastante cómodo. Tenía su ducha, su cocina una habitación con 3 camas y un pequeño cuarto donde pudieron practicar el espectáculo que iban a hacer para que los nenes no pararan de reír . Un señor que se enteró a lo que habían venido y se ofreció como conductor. Tenía un coche grande y la piel oscura, muy oscura. Nos contó que se llamaba Yimail. Le gustó mucho la idea que habíamos tenido y nos dijo que sabía de dos escuelitas donde podíamos hacer los espectáculos. Así que los 3payasos quedaron con él al día siguiente. Por la noche, practicaron mucho y cuando pensaron que ya tenían todo arreglado, mezclaron todos los juguetes en una sola maleta. prepararon sus trajes, sus maquillajes, y sus narices de payaso y se fueron a descansar.

Al día siguiente, Yimail les estaba esperando. Antes habían desayunado un poco de café y un cachito de pan con aguacate. “Mmmmm, ¡qué rico!” pensó el payaso. Era igual que el desayuno que tomaba en casa, sólo faltaba un tomate untado en el pan. Pero, para ser sinceros no le importó, estaba un poco nervioso como cuando te pones nervioso por esas cosas que te gustan mucho y dentro de poco van a pasar.


El destino de aquel día, nos contó el conductor, que eran dos escuelitas que estaban cerca de la ciudad. A la primera llegaron y los niños estaban esperando con ansia. Les gusto mucho la magia y cuando acabó el espectáculo tanto los niños como los profesores les felicitaron. Su satisfacción era máxima y sus camisetas de payasos estaban mojadas de tanto sudor. Otra vez el hambre llamó a su estómago así que fueron a comer a un bar que había en la carretera donde les ofrecieron una ropa de cabra y un poco de arroz. Aunque no era u comida favorita comieron de buena gana y no se dejaron nada de nada en el plato.

Y con el estómago lleno fueron a otra escuelita donde ya estaban todos los niños esperando. La segunda vez el espectáculo salió mejor, quitaron los fallos que habían tenido en el primer espectáculo y los niños, que los habían puesto a la sombra porque hacía mucho calor, disfrutaron de lo lindo. Les gustó mucho como subía el diábolo y tocaba casi el cielo. Estaban tan cansados como contentos, así que le dijeron a Yimail que, por favor, les llevara a casa. Cenaron un poquito y hablaron de lo importante que era que todo el mundo pudiera guardar un rato de sus días para jugar y divertirse. Pero al payaso ya se le cerraban los ojos, y con la compañía de los otros dos payasos y pensando en sus niños y en su amor, el sueño le venció otra vez!



Los tres payasos se levantaron con la intención de hacer llegar sus sonrisas a dos escuelitas que estaban llenas de niños pero una noticia de primera hora de la mañana que traía su amigo Yimail les confirmó que por motivos que desconocían habían cerrado ese día. Y es que en África las cosas pasan así, de repente. Con este cambio de planes, tuvieron tiempo de ir al mercado de frutas a comprar tomates para el desayuno. Fue espectacular: mango, piña, plátano, pan con tomate y aguacate. No habían acabado de desayunar cuando un amigo de Yimail le dijo que podían ir a un pueblo, ni muy lejos ni muy cerca de allí, en el que podían llevar sus sonrisas. Así que revisaron sus maletas y las cargaron en el coche de su amigo.


El viaje fue precioso, cruzaron la ciudad entera y también cruzaron el río más grande que jamás habían visto. Llegó un punto en el camino en que la carretera se transformó en un camino de tierra con muchos baches y casas de chapa a los lados. El payaso pensó que la gente era muy pobre pero con muchas ganas de reírse. Allí había esperando por lo menos 500 niños y la función fue muy divertida. Las mazas volaban y los juegos de magia hicieron que los nenes de piel oscura nos enseñaran sus dientes blancos como la leche. Acabaron otra vez contentos pero realmente cansados, el espectáculo era cada vez más divertido.

De camino a casa se pararon en un cruce de caminos donde compartieron unos zumos que pican y unos sándwiches de algo que nunca habían comido, pero que no preguntaron que eran ya que estaban muy ricos. En el camino de vuelta no le aguantaron las fuerzas y pensando en la suerte que tenía él y su familia, entre bache y bache, se quedó dormido.

El viaje de regreso a casa fue un poco largo y cuando llegaron los tres payasos metieron sus ropas en las lavadoras para que el día siguiente estuvieran bien limpias. El resto de la tarde la dedicaron a unos juegos de mesa, el negro y Pau, y a la lectura, el otro payaso. Una tortilla de patata les sirvió de cena y se fueron a dormir. Al día siguiente les esperaba un día duro y necesitaban descansar bien.


Por la mañana al payaso una ducha le sirvió para acabar de despertarse del todo. El sueño había sido profundo y quiso recordarlo pero no pudo. El payaso sabía que hoy iban a un lugar donde vivía gente muy pobre y por eso tenían muchas ganas de hacer bien los espectáculos. El camino que les llevó a la comunidad donde iban era muy curioso. Había un mercado gigante a lo largo de la carretera y cuando giraron con el coche hacia el barrio que iban, todos los puestos que había al lado de la calle eran de pescados. Por el lado izquierdo y detrás de las casas estaba el mar y las casas estaban habitadas por pescadores de otro país que se llamaba Ghana. Y por el lado derecho un sinfin de callejuelas y casas. El coche se detuvo y se adentraron por las callejuelas donde la gente les miraba con extrañeza. Era como un laberinto. Y los propios lugareños les ayudaron a llevar las maletas hasta un pequeño patio en el que había un colegio.

Los niños se aglopaban para ver que pasaba. Los profesores invitaron de buena gana a los peques a que vieran el espectáculo desde los balcones del propio colegio, mientras que en el patio estaba abarrotado de niños y vecinos que miraban con una sonrisa en sus bocas como se desarrollaba el espectáculo. Las caras de alegría eran inmensas y al final de la función todos querían tocar y hablar con los payasos. De nuevo, y de camino al coche, pudieron sentir la hospitalidad de esa gente tan pobre y agradecida a la vez.


Esta vez, a pocos metros, les esperaba otro colegio lleno de niños esta vez más mayores, de siete a quince años. El colegio estaba cerrado lo que no impidió que los vecinos, sobre todo los más pequeños, se subieran a la valla para ver lo que allí estaba pasando. Otra vez la música en directo de la flauta, la percusión y la guitarra pequeñita que llevaban los payasos cautivó a todos los que pudieron disfrutaron del espectáculo. Pero lo que más les gustaba sin duda eran las bromas. Se reían a rabiar. Las carcajadas se podían escuchar, pensó el payaso, desde muy lejos. y en especial una que era cuando después de peinarse dos de los payasos iban a peinar al Payaso que se llamaba el negro que no tenía casi pelo en la cabeza. Ahí se partían de risa. Otra vez se fueron por done habían venido, pero antes el payaso se paró a dar la mano a todos los niños que se habían subido a la valla a ver el espectáculo. Y es que en ese lugar no todos los niños podían ir a la escuelita. Eso, a nuestro payaso, le puso un poco triste. Pero había que ser fuerte, ya que al día siguiente sabía que habría otros nenes esperando a pasar un buen rato.

Cómo cada mañana se levantó de la cama y se fue directamente a la ducha, en la que tenía que estar con la boca cerrada, así se lo habían recomendado, porque el agua podía estar estar en malas condiciones y tener pequeños bichitos de esos que no se ven. Para desayunar tomaron mate, que es una infusión como el té, que era muy popular en el país del Negro, Argentina. No habían acabado de desayunar, cuando ya les esperaban con el coche Yimail y su amiga Hawa, que realmente conocía bien el barrio donde iban hoy, un lugar llamado New Kru Town donde vivía gente muy muy pobre a la que la vida no le había regalado eso que llaman suerte.

Nada más llegar lo pudimos comprobar en sus miradas, que en los niños más mayores y en su mayoría eran de desconfianza. A Yimail una señora le lanzó varios improperios por aparcar el coche en la puerta de su casa. Les dejaron una iglesia para cambiarse de ropas pero antes querían decidir en que lugar iban a llevar a cabo el espectáculo. Rodeado de casas en una especie de cruce de caminos y sobre tierras campanban a sus anchas gallinas con sus pollitos detrás y perros callejeros . Decidieron actuar en el cruce para que los niños, adolescentes y demás gente del barrio pudieran estar bajo la sombra de un árbol que tenía unas flores rojas y que nunca supieron de que árbol se trataba . Nunca antes habían visto un árbol igual. El espectáculo como se preveía fue de los más duros que habían realizado aunque al final las rutinas de bromas, las mazas en el aire y sobre todo el diábolo volando sobre sus cabezas hicieron que, aunque sólo fuera por un ratito, se olvidaran de sus problemas. De nuevo se cambiaron en la iglesia que estaba destartalada y antes de que acabaran ya estaba llena de niños con los no dudaron en tirarse unas fotos.


El coche de nuestro amigo llevó a los tres payasos a comer a un bar de carreteras donde había unos niños arreglando un coche, niños de los que no iban a la escuelita porque tenían que trabajar. Allí se paró nuestro payaso a compartir un rato con ellos y a ver como nenes tan pequeños entendían de algo que él no tenía ni idea, la mecánica de un coche. Luego comieron un guiso de vaca con arroz que estaba riquísimo y con esas fuerzas fueron a hacer el último espectáculo antes de su día de descanso, el domingo, que les habían dicho que todos los comercios cerraban.


Otra vez, un cruce de caminos pero más principal fue el escenario improvisado en el que iban a hacer que la gente de New Kru Town tuviera un rato para el desahogo. En cuanto llegaron casi no había nadie esperándolos, sólo una decena de niños y niñas esperaban con ansiedad y expectación lo que allí iba a ocurrir. Salieron con su percusión, su bangio pequeñito y su gralla, que es una flauta que suena una barbaridad, y la gente empezó a llegar al lugar. Como les parecía poca gente, salieron a en medio de la calle a parar a todo hijo de vecino a que disfrutaran del espectáculo. El Negro hasta se subió en una moto que pasaba por allí, acción te nos divirtió mucho a todos, incluso a les otros dos payasos. Una vez llegamos al lugar del espectáculo casi no se podía ni entrar de la gente que se agolpaba. Todo salió sobre ruedas, como las que llevaba la moto. Redondo. Así que esta vez con un poco más deprisa nos montamos en el coche, para no coger el atasco, que nos llevaba al centro de la ciudad. Yimail iba muy rápido y pitando todo el rato al resto de los coches, cosa que no nos gustó mucho. El payaso pensó que no tenía su mejor día, por eso no dijo nada. Mañana era día de descanso y les esperaba una cena en un lugar sobre el mar y una charla de lo cada uno pensaba acerca de su labor y de las vidas de los niños con los se habían compartido esos días. Pero esa es otra historia.

2 comentarios:

  1. Gracias a los tres payasos !!!
    Enhorabuena por la misión cumplida!!!

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  2. Admirable el ejemplo que nos dan con su esfuerzo estos tres maravillosos payasos humanos para conseguir lo que es importante en la vida...la sonrisa de un niño...en nombre de todos ellos...gracias amigos...Feliz Vida para los tres...

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