domingo, 10 de agosto de 2014

De origen serbio, albanés, turco o romaní... ¡Todas las sonrisas suenan igual de bien en Kosovo !



© Payasos Sin Fronteras

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7 de Agosto
Actuamos en Gracanica, un enclave serbio a 5 kms de Prístina. Vienen unos 40 niños, la mayoría de origen romaní conocidos como "roma" y algunos serbios. Entre ellos no se mezclan, se sientan a varios metros de distancia. Son dos públicos completamente distintos; mientras los roma cantan, bailan, imitan todos nuestros gestos, quieren entrar en el escenario... (o sea, son un público magnífico para un clown), los niños serbios son más tranquilos e interactúan menos.
Por la tarde viajamos a Mamusha, una población turca cerca de Prizren. Actuamos para más de 100 niños turcos que se levantan durante el show, hablan con los vecinos... pero disfrutan del espectáculo. Al terminar, una niña preciosa se acerca a David y con ojos brillantes le suelta una parrafada de la que no entendemos una palabra pero nos emociona mucho.
En sólo dos días hemos actuado para serbios, turcos, albano-kosovares y roma. Son etnias y culturas muy distintas que provocan que un  bolo no tenga nada que ver con el anterior. Está siendo un gran aprendizaje vital y artístico. 


8 de Agosto

Tras una hora de mala carretera llegamos a Mitrovica, una ciudad dividida por el río Ibar en dos emplazamientos étnicos distintos, uno albano-kosovar y otro serbio. Cuando empezamos a montar el escenario, el dueño de la tienda de al lado protesta porque no quiere que le tapemos la entrada. Para poder actuar en ese lugar sin entorpecer el paso tenemos que pegar la estructura de escenario al borde de una fuente sin agua e ir saltando de la fuente a la acera en cada entrada y salida... quién dijo agujetas! 
Está demostrado que ante las dificultades nos crecemos, y conseguimos hacer un show rítmico y lleno de energía que engancha al público. Incluso el dueño de la tienda trae a sus hijos para vernos y cada vez se unen más peatones hasta llegar a las 200 personas. Al terminar, los niños nos abrazan, nos besan, se sacan mil fotos con nosotros y nos ayudan a cargar el coche. ¡Qué gusto dar y recibir tanto amor!
Por la tarde actuamos en un pueblo de población albanesa llamado Tuneli. SSF (Sports Sans Frontieres, nuestra contraparte) espera que vengan algunos niños y niñas roma a ver el show pero no aparecen. La atmósfera es dura, se ve que es un lugar deprimido y nos cuentan que suelen haber bastantes problemas de índole familiar. Los chicos son violentos y las chicas tímidas. Actuamos en la parte trasera de la escuela y tenemos que barrer los cristales rotos que llenan el espacio. Los niños aplauden y gritan, se divierten mucho. Al terminar el espectáculo, nos intentan quitar narices y sombreros y desde el clown nos las ingeniamos para poner límites jugando... o lo intentamos. Voluntarios de SSF nos dicen que para muchos de estos niños será un recuerdo único porque nunca han visto ningún espectáculo, y quizás no tengan muchas más oportunidades de hacerlo. Quedará en nuestra memoria la imagen de los niños del pueblo rodeando el coche a nuestra llegada para empezar a jugar cuanto antes.
En días como hoy, es fácil recordar el motivo por el cual uno decide hacerse payaso.

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