Nuestro trabajo empieza cada día sobre las nueve de la mañana, cuando llegamos al Hospital Universitario Sanou Souro (CHUSS), el único donde hemos trabajado hasta el momento y hospital de referencia nacional. Allí nos recibe el personal de seguridad con una sonrisa gigantesca, el pulgar hacia el cielo y un deseo: ” bon travail!”.
El CHUSS es un complejo hospitalario compuesto por diferentes pabellones en función de la especialidad. Payasos sin Fronteras trabaja en el bloque de pediatría: por la mañana en la unidad de rehabilitación y educación nutricional (CREN) y por la tarde en la unidad de hospitalización pediátrica.
El CHUSS es un complejo hospitalario compuesto por diferentes pabellones en función de la especialidad. Payasos sin Fronteras trabaja en el bloque de pediatría: por la mañana en la unidad de rehabilitación y educación nutricional (CREN) y por la tarde en la unidad de hospitalización pediátrica.
El primer día de intervención, las enfermeras del CREN Anne Marie, Catherine y Helene nos reciben con los brazos abiertos, muy contentas de ver otra vez a Carmen y cantando la canción de "La Cucaracha" (canción que el año pasado aprendieron durante las intervenciones de Pep y Carmen).
El CREN tiene dos espacios diferenciados: uno con la cocina y las mesas de trabajo de las enfermeras (llenas de papeles y elementos de medición de altura y peso) y un porche exterior circular con cubierta de metal y un micro-clima propio, que es el espacio para las familias.
El primer día de intervenciones había tres familias con cuatro niños malnutridos, dos de ellos hermanos. El recibimiento fue de curiosidad por parte de las madres y al mismo tiempo de incertidumbre por parte de los niños y las niñas.
Las intervenciones en la zona de hospitalización, aun teniendo los mismos objetivos, son bastante diferentes. Allí trabajamos con niños que están por debajo del 70% de su peso ideal y que además, tienen otras enfermedades. De hecho, es por la enfermedad que acuden al hospital ya que, generalmente, la malnutrición no es reconocida como enfermedad ni como motivo para acudir al médico y asumir los costes que esto supone.
La entrada del pabellón de pediatría es una sala de espera con mucha gente en movimiento, un intenso olor y una cantidad considerable de polvo rojizo en todas sus posibilidades de expresión.
El primer paso es ir a la sala de curas donde, pinchada en el corcho de la unidad, nos espera una hoja con toda la información de los niños malnutridos que se encuentran hospitalizados y las llaves del cuartito que nos hace las veces de camerino. Una vez tenemos todo esto, avanzamos por el oscuro pasillo y aprovechamos para saludar y hacernos una idea de las familias con las que pasaremos la tarde.
Las habitaciones tienen 5 camas cada una con sus respectivos niños y acompañantes. En ellas no hay casi ventilación ya que sólo cuentan con dos pequeñas ventanas que no pueden abrirse, eso sí…. con suerte en alguna funciona un ventilador de techo. Los colchones están forrados de polipiel y a la mayoría se le escapa la gomaespuma. No tienen sábanas ni baño ni muebles y por el suelo encuentras ollas con comida, basura, escupideras y algún que otro ser viviente y móvil.
Con esto no queremos provocar lástima ni nada por el estilo, pero no queríamos dejar de contaros un poco como están las cosas por aquí…
Este es nuestro “escenario”. Al que acudimos por las tardes y en el que nos reciben expresiones de sorpresa, curiosidad y miedo. Pero el juego y la risa pueden con todo (o casi…) y normalmente después de comprobar que no vamos a hacer ningún mal, terminan por aceptarnos, incluirnos, sonreírnos y acompañarnos en nuestros juegos y propuestas.
El trabajo directo con los niños es lento, misterioso y duro, pero cuando menos te lo esperas, te sorprende con el regalo de una sonrisa, una visita a una habitación que no es la suya para seguir jugando contigo o una despedida eterna en la que no quieren soltarse de tu brazo.
Esos momentos son los que nos dan la fuerza para seguir, los que nos demuestran que nuestro trabajo funciona y merece la pena y son los que nos hacen volver a “casa” con una sonrisa tonta en los labios y la sensación de que nuestra alma ha crecido un poquito.
© Payasos Sin Fronteras |
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