sábado, 30 de junio de 2018

El Donbass tras una nariz roja

Una vez recargada la energía que fuimos cambiando por risas, día tras día, en nuestra última expedición con Payasos Sin Fronteras en Ucrania, llega el momento de sentarse a compartir lo vivido en aquellos días.

Foto © Jorge Sierra | PSF

Algo de historia

El 20 de noviembre de 2013, el Gobierno de Ucrania presidido por Víktor Yanukóvich, suspendió la firma del Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (UE). Este suceso desencadenó a partir del día siguiente lo que se conoce como el Euromaidán.

Las protestas fueron iniciadas por estudiantes universitarios, aunque poco a poco se fueron uniendo otros sectores de la población entre los que se encontraban el grupo fascista Pravy Sektor o el partido parlamentario de extrema derecha Svoboda. Lo que empezaron siendo manifestaciones pacíficas, terminaron convirtiendo la Plaza de la Independencia o Maidán Nezalézhnosti de Kiev, en el epicentro de continuas protestas y enfrentamientos que se cobraron decenas de muertos entre manifestantes y policía. La situación llegó a situar al país en un estado de pre-guerra civil.


Tras la salida y destitución del presidente electo, surgió como reacción contraria al Euromaidán, en la primavera de 2014 las protestas pro-rusas en el este de Ucrania o área del Donbass. La separación de Donetsk y Lugansk, culminaron en un enfrentamiento armado entre ucranianos que ha se ha cobrado cerca de 10.000 víctimas mortales y provocado el desplazamiento de 1,8 millones de de personas, según datos de UNHCR de 2018. Una guerra que sigue vigente en el corazón de Europa y que sin embargo parece no existir en los medios de comunicación masivos, tanto en occidente como en la propia Ucrania.

Nuestra misión

Con la imprescindible ayuda de UNHCR, guiando nuestros pasos durante toda la expedición y haciéndose cargo de toda la logística sobre el terreno, nuestra labor básicamente se iba a centrar en llevar alegría y risas a través de nuestra comicidad a población afectada por el conflicto armado. Con dos focos diferenciados:
  • Población desplazada desde la zona del conflicto a las grandes áreas urbanas del país, Kiev y Járkov. 
  • Población viviendo próxima a la línea de contacto o zona del conflicto, área del Donbass. 
Lamentablemente, solo teníamos permiso para llegar a aquellos lugares que en aquel momento se encontraban bajo el control del gobierno de Ucrania. Nos hubiera gustado haber podido llevar la risa también al otro lado de la línea, pero no fue posible. Esperamos que esto se resuelva en futuras expediciones.

En cualquier caso, así es como durante tres semanas, entre el 11 y el 28 de junio de 2018, los coches de UNHCR desplegados en la zona, se dedicaron a trasladar en su interior una brigada armada con zapatones y narices rojas.

Me pregunto si alguno de aquellos jóvenes imberbes que nos dieron paso en los innumerables check points militares que nos íbamos encontrando en el camino, llegó a intuir lo que transportaban aquellos coches diplomáticos.

Foto © Jorge Sierra | PSF

La troupe

Nos llamamos "La familia Patata", por ser la patata uno de los ingredientes recurrentes de la gastronomía ucraniana. Éramos cuatro payasos, Pepo, Fifí, Curruquilla y Celemín, o lo que es lo mismo Pepo Rueda, Alicia Benito y los dos anticiclones, Silvia Arriscado y Nacho Morán.


Foto © UNHCR

También viajaba con nosotros el fotógrafo Jorge Sierra, autor de la mayoría de las fotos de este reportaje.


Algunos de nosotros no habíamos trabajado nunca juntos, pero fue muy sencillo compenetrarnos y montar un espectáculo de una hora que llegaríamos a hacer hasta en 26 ocasiones.

Bueno, en realidad no se puede decir que fuera un solo espectáculo. Como los lugares y el tipo de público iba variando, nosotros también íbamos adaptándonos. Llegamos a preparar hasta 12 versiones diferentes del espectáculo.


Actuamos en colegios, orfanatos, hospitales, centros sociales, de discapacitados y algunas plazas, combinando la magia y el circo con la excentricidad impredecible de los payasos. Como además no conocíamos ni el ucraniano ni el ruso, lo que hacíamos estaba basado principalmente en acciones visuales. Añadíamos algunas palabras que íbamos aprendiendo y nos lanzábamos a reproducirlas con impredecibles resultados. Unas veces nos entendían, otras se nos quedaban mirando como el que oye llover y otras, estas eran las mejores, se partían de la risa.


La población desplazada en las áreas de Kiev y Jarkóv

Empezamos en la región de Kiev con 11 representaciones en tan solo 4 días. Aquí nuestro público eran mayoritariamente desplazados, aunque también actuamos para algunos refugiados, procedentes principalmente de Afganistán y Siria.

El primer día, en una de las sedes que Cáritas tiene en Kiev, nos topamos con una ONG muy particular, Veselka TV. Se trataba de una organización que se había desplazado por el conflicto y que trabajaba con niños también desplazados, con el objetivo de formarles como presentadores de televisión. Pero el encuentro no era casual, habían ido a hacer un reportaje a los Payasos Sin Fronteras.


El segundo día, en la localidad de Irpen, próximo a Kiev, conocimos a Nadezhda. Su nombre significa Esperanza. Fue una niña afectada por el accidente de la central nuclear de Chernóbil, lo que la llevó a pasar cuatro veranos en España entre los 10 y los 14 años, dentro del programa de apoyo a los niños de Chernóbil. Hoy dedica su vida a ayudar a los demás en un pequeño centro comunitario.


Foto © Nadezhda

Nos emocionamos mucho en dos representaciones que hicimos para desplazados de la tercera edad. Vidas llenas recuerdos difíciles, la segunda guerra mundial, Siberia, Chernóbil, el Donbass. Corazones acorazados que se abrían como pétalos para recibir la alegría.

Foto © UNHCR

De Kiev nos desplazamos en tren hasta Jarkóv, donde ya se empezaban a ver bastantes militares uniformados por las calles. Aquí nos esperaba un espectáculo multitudinario con motivo del día mundial del refugiado y una actuación en un colegio en Chuhuyiv a una hora en coche.

Foto © Jorge Sierra | PSF

Sloviansk y primer acercamiento a la línea de contacto

Llevábamos 10 días sobre el terreno, cuando la expedición dio un cambio de rumbo bastante importante. Nos íbamos directamente a la zona del conflicto. La primera base la fijamos en la ciudad de Sloviansk, conocida como la ciudad de la sal. Próxima a la línea de contacto, estaba situada en la zona controlada por el gobierno de Ucrania.

En 2014 fue uno de los escenarios del conflicto, produciéndose enfrentamientos entre los fieles al gobierno interino de Kiev y prorrusos partidarios del gobierno derrocado. La ciudad llegó a estar sitiada, bombardeada y atacada por artillería pesada. Actualmente, en la ciudad se respiraba cierta tranquilidad.

Aquí el trabajo empezaba a ser más duro. Las consecuencias morales del conflicto armado estaba mucho más presente en sus rostros.

Foto © Jorge Sierra | PSF

Los que se habían desplazado, vivían una situación mucho más transitoria e incierta que los que se habían instalado en Kiev o Jarkóv. Sin embargo, era mágico ver cómo el paso de la familia Patata iba poco a poco dejando un rastro sonrisas y alegría. 

Foto © Jorge Sierra | PSF

En el orfanato "Esmerald City", ubicado al lado de una base militar, tuvimos la oportunidad de intercambiar artes. Tras la gran fiesta colectiva con la que terminaban nuestros espectáculos, empezaron a llegarnos regalos en forma de arte: unos nos hacían trucos de cartas, otros nos bailaban preciosas coreografías dignas de videoclip, y una señora encantadora nos dio una bolsa repleta de fresas, riquísimas.

Foto © Jorge Sierra | PSF  

Las proximidades de Donetsk

Y llegó el momento de trabajar con la población que sufría directamente el conflicto en los pueblos que habían quedado atrapados entre los dos ejércitos, lo que se llamaba la línea de contacto.

Así llegamos a Avdiivka, una ciudad de unos 50.000 habitantes situada al lado del aeropuerto de la ciudad independiente de Donetsk, en plena línea roja. Todavía algunas noches se escucha el sonido de los morteros sobrevolando la población. El objetivo parece ser una zona industrial que se encuentra unos kilómetros más allá y que sorprendentemente aún continúa abierta. Sin embargo, a veces los misiles caen en la ciudad causando víctimas entre la población civil. Aquí nos encontramos con niños huérfanos e historias realmente desgarradoras.

Aunque nosotros traíamos alegría y nuestro objetivo era hacerles reír. Actuamos en un colegio que se encontraba en plena fase de rehabilitación, tras haber sido destruido hacía un año y medio por fuego de artillería. Qué bonito fue encender al menos por unas horas la ilusión en los ojos de aquellos niños y niñas.

Foto © Jorge Sierra | PSF

El aislamiento de Luhans'ke y Toretsk

Otro de los pueblos ubicados en la misma línea de contacto era Lugans'ke. Para llegar hasta aquí tuvimos que atravesar un puente que había sido colocado de forma provisional para permitir que el pueblo volviese a tener abastecimiento. En aquel momento, se le estaba impidiendo el acceso a la zona a muchas organizaciones humanitarias. Afortunadamente, UNHCR no era una de ellas y pudimos entrar.

Lo primero que nos encontramos fue un grupo de mujeres con ramos de flores que se dirigían a lo que parecía ser el monumento o la tumba de un soldado. El pueblo ahora bajo el control del gobierno ucraniano, había sido bombardeado por última vez en diciembre de 2017. Nuevamente nos tocaba actuar en un colegio en pleno proceso de rehabilitación. De hecho, solamente dos de las tres plantas del edificio eran habitables. Aquí llegaron niños y niñas de todos los pueblos cercanos. La expectación era enorme y no nos costó mucho convertir el salón de actos de aquel colegio en una auténtica fiesta.

Foto © Jorge Sierra | PSF

El siguiente destino en la ruta era Toretsk. Una ciudad de estilo soviético con unos 30.000 habitantes, que recientemente había pasado a estar bajo el control del gobierno. Aquí no llegamos por carretera, sino por interminables caminos de tierra. No sabíamos cuál podía ser el motivo real, pero intuíamos uno que lo impregnaba todo en aquellas tierras, la guerra.

Actuamos en un teatro dentro de un enorme centro social. El estado de la sala y del equipamiento  recordaban tiempos mejores.

Foto © Jorge Sierra | PSF

Severodonetsk, nuestra última base

En esta ciudad de unos 100.000 habitantes, fundada en el año 1934 como consecuencia de la construcción de una gran industria química, fijábamos nuestra última base de operaciones. Desde aquí el objetivo era llegar a los puntos más afectados en el norte de la línea de contacto.

El primer día, las tres actuaciones que hicimos para población desplazada fueron en un centro social de la propia ciudad.

Foto © UNHCR

El paso de Stanytsia – Luhanksa

Stanytsia – Luhanksa es un pueblo de unos 13.000 habitantes localizado en el norte de la línea de contacto, próximo a la ciudad independiente de Luhansk. Es uno de los puntos por el que se puede pasar de la denominada zona controlada a la no controlada y vivecersa. El camino se debe realizar a pie, pero no resulta sencillo después de que el único puente sobre el río Donéts fuera derribado. Todos los días miles de personas, la mayoría pensionistas, deben vadear el río y escalar unos peldaños improvisados de madera.

Foto © UNHCR

Esto es lo que nos encontramos al llegar, montones de personas mayores haciendo largas colas en los bancos o caminando precariamente con un carrito de la compra o cargados de bolsas con la intención de pasar al otro lado o hacinadas en autobuses precarios para dirigirse hacia el interior de la zona controlada y así poder disponer de sus pensiones.

Por lo visto, el gobierno de Ucrania establece que los pensionistas que viven en la zona no controlada por el gobierno deben registrarse como desplazados en la zona controlada para poder seguir teniendo acceso a su pensión. Ese hecho, les obliga a declararse población desplazada, buscando un lugar de residencia en la otra zona, teniendo que trasladarse cada cierto tiempo para no perder el derecho.

Sin embargo, no todos han sido capaces de llevar a cabo esta maniobra con éxito. Durante los cuatro años de conflicto, unas 160.000 personas han perdido la pensión, y otras 400.000 están actualmente en riesgo de perderla tras los últimos cambios aprobados por el gobierno.

En este contexto y muy cerca de un edificio repleto de banderas ucranianas, donde se celebraba el día de la constitución, llevamos a cabo nuestra actuación, para una audiencia de todas las edades, deseosa de reír con los payasos.

Foto © UNHCR

El desasosiego de Troitske

Eso es lo que percibimos al llegar a Troitske, desasosiego. Un pueblo con casas muy dispersas que se encontraba muy cerca de la línea de contacto. Casi podría decirse que rodeado por la línea de contacto. La semana anterior había caído un proyectil en una casa próxima al colegio y había matado a dos de los cuatro miembros de la familia.

Los controles de seguridad para llegar hasta este lugar eran mucho más estrictos que los que nos habíamos encontrado hasta ahora. Sin duda, el lugar era uno de los puntos más calientes del conflicto.

En el colegio no había agua corriente, y las aulas contaban con planchas de madera en las ventanas para proteger las cabezas de los niños de posibles disparos en el exterior. En las paredes del colegio, algunos pósteres enseñaban a los niños cómo se podían distinguir las minas antipersona y diferentes tipos de proyectiles.

Llegaron niños y niñas de todas las edades, miradas perdidas, no jugaban, no se fijaban en los zapatones de los payasos... Una niña con una corona de princesa se tapaba los oídos al escuchar cualquier ruido. Era nuestra penúltima actuación, el cansancio ya empezaba a hacer mella, pero había que dar lo que quedaba. Aquella gente necesitaba reír. Y así es como el colegio de Toretsk se convirtió en una auténtica fiesta. Basta con mirar sus caras cuando nos despedíamos de ellos en el autobús que les llevaría de vuelta a sus casas.



Despedida en Popasna

Popasna fue el lugar elegido. En el salón de actos de un gran centro cultural repleto de niños y niñas, tuvo lugar nuestra última actuación, acompañados por la mayor parte del equipo de UNHCR destinado en la oficina de campo de Severodonetsk. Al terminar, una mujer se acercó emocionada a agradecernos aquella actuación. No solo por la alegría que habíamos transmitido a los niños, sino también a los mayores.

Foto © UNHCR

Y así es como nos fuimos de Ucrania, habiéndonos sentido como en casa. Rodeados de personas que a diario conviven con la barbarie y le plantan cara. Personas a las que no conocíamos, que no hablaban nuestro idioma y que en nuestro país serían llamadas extranjeras. Sin embargo, las sentíamos cercanas, mucho más cercanas que algunos compatriotas. Personas que como nosotros tenían una esperanza, la de construir un mundo mejor.

Foto © Jorge Sierra | PSF

Fuentes: 

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Escrito por Nacho Morán, de Anticiclown

***************
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Atentamente,

Pepo, Alicia, Silvia y Nacho.

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