lunes, 21 de noviembre de 2016

El ejército de la risa, en El Salvador

¡Narices!
- Jueves, 10 noviembre -

Segundo día de taller. Arrancamos temprano y en el desayuno van las preguntas y se animan las curiosidades. Es nuestro segundo día y el calentamiento es físicamente un poco más fuerte, pero dejando siempre espacio para el juego.

Trabajamos para que los chicos se puedan incorporar en las presentaciones a las comunidades, junto con El Negro y Pau, eso es importante para los chicos y para la gente de las comunidades que verán lo que ellos hacen.

En la mañana aparecen ¡las narices!, esa mínima máscara que nos pone el mundo de cabeza a punta de sinceridad, vienen los ejercicios con nariz… Qué difícil resulta colocarse en el lado vulnerable de uno mismo. El ejercicio comienza con: “yo, a lo que le tengo miedo es” y los chicos comienzan a contar, algunas historias son muy del miedo que rodea a los jóvenes de este país, sobre la muerte y la violencia que nos amedrentan, el silencio parece que no acaba nunca, hasta que alguien cambia de miedos y la tensión se quiebra en risas, qué alivio es reírse.

Para finalizar la jornada y después de la magia, nos preparamos para atacar el cotidiano… Ejército de la risa, ¡A la carga! Y nos vamos con el repique y la gralla, ese instrumento curioso que Pau ha traído desde su tierra, a recorrer San Antonio los Ranchos. Los vecinos nos miran curiosos, la gente se asoma a las ventanas y los chiquillos sonríen, la misión ha sido un éxito, hemos comprobado el poder de la risa.





¡Comenzamos!
- Viernes 11 de noviembre - 

Es la una de la tarde. El calor, ni te cuento. Afuera del Centro Cultural Jon Cortina, nos espera un camión para llevarnos a nosotros, las sillas y el equipo de sonido a Azacualpa, que en la lengua antigua, significa “lugar a la orilla del río” y le hace honor a su nombre, con el agua saltando casi dormida de piedra en piedra.

En el centro escolar Shafick Handal, la gente se va reuniendo de a poco para mover sillas, colocar cosas o simplemente curiosear alrededor de la gente que ha venido al cantón. El grupo musical de la comunidad, anima al público a llegar a la escuela e irse acomodando en las sillas que hemos dispuesto para ellos.

Todo mundo está de lo más animado, nerviosos, contentos, muy nerviosos. Aprovechamos la prueba de sonido del grupo musical para ponernos a bailar, relajarnos y entrar al juego. Los chicos prueban cosas: ¿Va bien así el maquillaje? ¿Me dejo este gorro?. Alfonso, uno de los coordinadores de Tnt, da la bienvenida a la gente y explica un poco sobre el proyecto. Adentro, en el aula donde nos cambiamos, nosotros juntamos las manos, juntamos la energía y… ¡A jugar!

Una hora se pasa volando. Mientras el grupo musical hace la despedida, hay que cambiarse, desmaquillarse y luego juntar las cosas, cargarlas en el camión y salir rumbo al parque central de San Antonio Los Ranchos, porque allí será la segunda actividad. Cuando llegamos, la gente ya se ha ido juntando y nos da el tiempo justo para cambiarnos.

Entramos a la plaza con la algarabía de la música. La gente se lo pasa tan bien como nosotros y eso es una de las cosas hermosas que hay en la vida, crear entre todos un espacio para estar juntos y tener un tiempo de alegría.

La jornada termina tarde, los chicos están tan emocionados, que creo que les costará dormirse esta noche, imagino que en el Centro Cultural, donde se alojarán los próximos dos días, se quedarán charlando de todas las cosas que les han pasado.



Una isla
- Sábado 12 de noviembre -

Salimos temprano, acá siempre se sale temprano. Pau anota en su celular el significado de las palabras del idioma salvadoreño: "ahorita" y "ahí nomasito", nosotros nos morimos de risa. Vamos hacia Guarjila, lugar de origen de nuestro compañerito Óscar, un chico pequeño y moreno, inteligente general de nuestro ejército de la risa. Guarjila fue uno de los tantos pueblos abandonados durante la guerra del siglo pasado, que suena a mucho pero que fue hace 24 años, cuando la gente salía en las llamadas “guindas”, con lo que llevaba puesto y lo que podía llevar en las manos, cuando el ejército incursionaba en las poblaciones. En 1987, decenas de familias refugiadas en el campamento hondureño de Mesa Grande, decidieron regresar a sus hogares y repoblar el cantón.

La Fundación Tamarindo, nuestro enlace en la comunidad, lleva 25 años trabajando en ella y en una paciente labor de hormiga, han desarrollado una importante estructura de organización comunitaria, una isla de cambios positivos en esa realidad. En su espacio dedicado a las artes marciales, se realiza la función de hoy. Nadie entra con zapatos al tatami, así que nosotros y el público entramos en calcetines, o descalzos, o con un calcetín sí y otro no, o con dos calcetines diferentes… Bueno, el tema es que hay una multitud de calzado fuera del espacio en el que nos presentamos y niños y adultos lo disfrutan por igual.

Óscar, alias Garrobito, está muy orgulloso de mostrarnos de dónde viene y en dónde están las raíces del arte que desea desarrollar. En medio de la calidez de su gente y de la temperatura que sube, regresamos al Centro Cultural Jon Cortina, para compartir el almuerzo y luego de apenas media hora para ponerse al tanto de los correos del día, nos vamos apretaditos en el micro, las 17 personas que participamos del espectáculo, esta vez rumbo a Las Minas.

Allí el sol da con todo, a las 2 y 30 de la tarde. La presentación será en una cancha de futbol rápido… espacio complicado. De pronto veo a Oscarito, él también fue alumno de El Negro en la incursión de Payasos sin Fronteras a El salvador en 1999, igual que Geovani, alias El Tío, que nos acompañará como clown en la presentación de hoy. Éramos tres chicos teniendo un primer encuentro con el desconocido mundo del clown, que nos ha marcado camino en nuestro andar escénico y nos dio mucho gusto encontrarnos de nuevo.
A partir de este día, El Negro es El Abuelo Negro… claro, eso se saca quien se mete al espectáculo con la abuela de uno de los chicos del ejército de la risa.





¡Adiós!
- Domingo 13 de noviembre -

Esta tarde nos toca viajar al Caserío Los Ramírez, del Cantón Las Minas, para cerrar con las actividades coordinadas con los compañeros de Tnt. Ha sido una experiencia estupenda, que nos llena de energía para poder continuar en el viaje, en este país que no es únicamente malas noticias, sino también hermosas sorpresas y gente que le echa ganas a lo que hace.

Nuestro ejército de la risa está muy emocionado por su última presentación. Hay muchos abrazos y gracias, cuándo van a volver, nos escribimos… Tenemos de nuevo al grupo musical de la comunidad y el esperado discurso de Alfonso para abrir la actividad. El público y nosotros nos la pasamos genial: mucho juego, muchas risas, un espacio y momento compartidos para pasarla bien.

Al final, con la música del grupo, el ejército de la risa, la comunidad, los compañeros de Tnt, todo es una verdadera fiesta, hasta con dedicatoria de cumpleaños feliz para una de las abuelitas del caserío.

Algunos de los chicos se quedan en Los Ramírez, algunos más en los lugares aledaños. Con el resto y algunos compañeros de Tnt, paramos en Guarjila para la cena. Conocemos un poco más sobre la vida de estos chicos, sabiendo que se puede tener una vida difícil a los 14 años. Tenemos una ronda de palabras de cierre al final de la cena, hay mucha emoción por haber generado un espacio para el encuentro, el conocimiento y el compartir nuestro arte entre nosotros y con las comunidades.

La super luna anunciada no se mira en el cielo de Guarjila. Pau comienza a hacer trucos con cuerdas y de nuevo nos tiene a todos alrededor de él, intentando descubrir por todos los medios posibles cómo lo hace, pero claro, no podemos hacerlo porque es magia.


Welcome to the jungle
- Lunes, 14 de noviembre -

Viajamos a San Salvador, la capital del país, una de las tres ciudades importantes donde sucede la vida comercial, la mayor parte de la vida cultural y la violencia que nos colocó en 2015 en el nada envidiable lugar del país más violento del mundo; ese año, según publicaciones digitales como El Faro, se gastaron un millón y medio de dólares en armas, solo en la sociedad civil.

La violencia y la pobreza constituyen el cotidiano de inseguridad de los más de 280,000 salvadoreños que compartimos espacio en la capital. La peor parte se la llevan los jóvenes entre 13 y 30 años, que viven en las comunidades obreras y cantones de la capital, donde a diario corren el riesgo de ser lesionados, desaparecidos, violados o asesinados por las pandillas, la delincuencia común o los cuerpos de seguridad del estado. Los chicos de nuestro colectivo Tiet lo han vivido en carne propia, asaltados por mareros y golpeados por policías, no es algo como para sentirse seguros.

Según cifras oficiales, son entre 11 y 22 asesinatos diarios, pero esa cifra no cuenta las hojas volantes que ves en las paradas de buses de los sectores populares, pidiendo información sobre jóvenes que salieron de su casa para ya no regresar. En esta realidad organizamos la segunda parte de este viaje. En San Salvador, popularmente conocido como Sívar, visitaremos algunas de estas comunidades.


Jugando
- Martes 15 de noviembre -
El Centro de Desarrollo Infantil del Mercado Sagrado Corazón, alberga chicos y chicas entre 1 y 6 años, hijos de los vendedores del mercado y vendedores informales de la zona. El caserón es viejo, con las láminas decoradas que vinieron al país provenientes de Europa en los años cincuentas, pero es amplio y en buenas condiciones para que los chicos encuentren un lugar agradable para la convivencia y el aprendizaje. Acá arrancamos hoy las funciones. Mauricio, del Tiet, se integra al equipo de San Salvador por la mañana y yo por la tarde, ahora si ¡A jugar!

Para los chicos y chicas del CDI todo es genial: los trajes de los payasos, los malabares, la magia… luego de la presentación hay sesión de abrazos, todo el mundo quiere el suyo, por supuesto.

A la tarde, viajamos a la comunidad Peralta, hacia el oriente de la capital, en el límite entre los municipios de San Salvador y Soyapango. Esta comunidad se fue formando, igual que muchas otras durante la década de los ochentas, con familias que huían de los enfrentamientos armados del oriente y norte del país, así como de los desastres naturales que se fueron sucediendo a lo largo de más de una década. Las personas llegaban con lo que pudieron tomar en sus manos, sin conocidos ni trabajo y fueron constituyendo comunidades en predios baldíos o en los terrenos a las orillas de la línea del tren, justo como esta comunidad donde ahora nos presentamos con apoyo de la Alcaldía de San Salvador.

El sol y el calor no dan tregua. El espacio de tierra que se utiliza como cancha de fútbol servirá esta tarde para jugar. A la entrada, un poste, uno de los chicos más jóvenes que las maras usan para vigilancia, nos observa llegar y su mirada nos sigue para ver a dónde vamos. Cuando volvemos a salir, luego de cambiarnos y maquillarnos, hay algunos más con los tatuajes de su pandilla, que también verán el espectáculo. Jugaremos un rato en un espacio donde nosotros, como nacionales, no podríamos entrar tranquilamente. En dos décadas, esta es la primera vez que una actividad así viene a la comunidad, así que se agradece.


Poesía
- Miércoles 16 de noviembre -

Salimos a las ocho de la mañana rumbo al Hospital Nacional de San Bartolo, una de las ciudades más populosas de San Salvador, que muchas veces rebasa su capacidad de atención, con un cuadro muy básico de medicamentos; generalmente una visita a los hospitales del sistema nacional puede ser una experiencia muy frustrante, pero hoy nos tomaremos algunos espacios y trataremos de hacer leve el tiempo.

Con cosas pequeñas, sala por sala, la visita de Payasos sin Fronteras pone un momento de alegría para quienes la comparten, pacientes y trabajadores. Uno de los laboratoristas está de cumple y recibe una inesperada visita que le alegra la mañana.

Por la tarde, Ciudad Delgado, uno de los municipios de alta prioridad dentro de los planes de atención del gobierno, debido a los índices de violencia y riesgo social que presenta; aquí , coordinando con la Casa de la Cultura, nos encontraremos con la comunidad. Aquí está Kelly, una de las integrantes del taller literario de adultos mayores, Pluma Plateada, que atendemos en el Seguro Social. Cuando el Departamento de Letras comenzó con el taller Pluma Plateada, nos contó que ella siempre había querido escribir, pero no había tenido tiempo de hacerlo hasta ahora que ya se encuentra jubilada. A Kelly le encanta la función y hace un poema que le entrega después a Pau, para agradecerles por ese momento de alegría, conociéndola, debió emocionarse mucho como para ponerse a escribir.


Viajes
- Jueves 17 de noviembre -

A las 6 de la mañana inicia el viaje. Regresamos a Chalatenango, pero esta vez llegaremos a La Palma, casi en la frontera con Honduras, un municipio que de la mano de Fernando Llort durante la guerra, creó un estilo de artesanía que ahora se reconoce en todo el país e incluso se exporta. Hace frío.

Acá se inicia ahora el trabajo de la Mesa de Atención a la Primera Infancia, con la coordinación de diferentes instituciones, y nosotros estamos invitados por la Casa de la Cultura de La Palma. La presentación se realiza en el parque central, junto a la iglesia, un lugar emblemático en la historia salvadoreña, porque en ella se dieron cita por primera vez el 15 de octubre de 1984, representantes de la guerrilla y gobierno salvadoreños, para buscar una solución negociada al conflicto armado. 

Son dos horas y media de viaje de regreso a San Salvador, nos quedamos en un centro comercial a la entrada de Apopa, con el tiempo justo para comprar un café, antes que el transporte para la próxima presentación venga por nosotros.

Apopa es un municipio al límite norte de la capital, uno de los más violentos y citado frecuentemente en la página roja de los noticieros. Las colonias son extensas, con casas de lo que acá se llama vivienda mínima: una habitación, baño y un espacio social, en menos de 50 metros cuadrados, donde viven entre cuatro y nueve personas, con uno o dos salarios mínimos como obreros o personal de servicio, es decir, entre $200 y $450. Aquí llegamos a la Casa de la Cultura, un espacio tan hacinado como las colonias, desde donde partimos a la colonia Santa Catalina I, a través de calles estrechas y empinadas.

En el espacio se van juntando los niños y las mujeres, muy pocos jóvenes. La gente de acá es tímida y está nerviosa, eso es algo que vemos frecuentemente en las comunidades de San Salvador. Pau y yo intentamos, con ayuda de un par de jóvenes de la comunidad, poner a funcionar el equipo de sonido, El Negro se toma un momento antes del maquillaje y el vestuario, para romper el hielo y generar confianza con los chicos. Luego de la incertidumbre inicial, al final resulta todo bien, aunque nos llevamos más tiempo del que teníamos planeado. Regresamos a San Salvador ya a la noche, muy cansados pero muy satisfechos del día.




En Soya
- Viernes 18 de noviembre -

Soyapango, conocido como Soya City, Soyapánico, o “la ciudad industrial” es tristemente célebre por aparecer cada día en los noticieros con sus masacres, extorsiones, narcotráfico y peleas territoriales de las tres pandillas que constituyen la pesadilla de seguridad del gobierno y el luto de cientos de salvadoreños, en un municipio donde la presencia territorial del estado es difusa, el dueño del territorio cambia de una calle a otra y hay quienes no pueden visitar a sus parientes porque viven en territorio enemigo.
En esta gran ciudad dormitorio conviven más de 290.000 habitantes con ingresos provenientes de su trabajo en maquilas, call centers, o servicios profesionales y gran parte de sus familias son receptores de remesas, con lo que las imágenes de la cultural pandilleril estadounidense están omnipresente en los jóvenes, sobre todo en los de menores recursos económicos. En Soyapango, la Ong española CINDE trabaja desde 1989 y es en su Centro de desarrollo Infantil donde se realiza la presentación de este día. Los chicos van de los 4 a los 7 años, como todos los chicos de la zona, están bastante nerviosos y siempre alertas. En estos ambientes, donde la violencia atraviesa el cotidiano de múltiples formas, reír es un respiro para los chicos y para los adultos que están a su cargo.

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