martes, 19 de noviembre de 2019

Cómo nos va a llegar la cultura, si aquí no nos llega ni el agua...

El 2 de noviembre Anna Confetti, Moi Jordana, Joao Alvim y yo (Miriam Crespo) empezamos una expedición rumbo a Bogotá, a 2.300 metros más cerca de las estrellas. ¿Sabéis que es el mal de altura? Pues los payasos Anna y Moi lo experimentaron, pero esto no pudo con ellos para seguir llevando la alegría a los lugares más recónditos.

 
De izquierda a derecha: Anna, Moi, Joao y Miriam


En todas nuestras actuaciones nos acompaña la contraparte ACNUR. En la primera fase de la expedición actuamos en colegios y centros de acogida situados en la periferia de Bogotá. Principalmente nuestro público albergaba refugiados venezolanos, colombianos retornados y desplazados nativos, víctimas de confictos armados internos. En Soacha, un barrio muy desfavorecido de la capital colombiana, nos contaron historias que nos emocionaron. La Fundación para la que actuamos se llama “Edward Camilo” en memoria de un joven de 16 años víctima de la violencia. Sus padres hoy en día entregan su vida al 100% para ayudar. Empezaron dando de comer a poquitos niños y hoy dan de comer a 200 personas. Nos cuentan que hay niños que caminan 40 minutos al día hasta llegar a la Fundación para recibir su única comida al día. Todo esto lo hacen sin ningún tipo de ayuda gubernamental, solamente con donaciones. 




Nuestra actuación fue un descanso para sus mentes y un bálsamo para el alma, los niños la gozaron con nosotr@s. Todos conectaron con los payasos y los adultos nos decían “que dios os bendiga” y se reían recordando momentos de la actuación. Al despedirnos llegaba la mítica pregunta que hacen siempre a los PSF y que nos rompe el alma: “¿Cuándo volvéis? ¿Volveréis mañana!?” Pero también nos decían que “estas sonrisas durarán años”. Hay que llegar a más niños, así que nos vamos con fuerzas y con la risa a otra parte.






Nos dirigimos a Barranquilla, ciudad bañada por un río inmenso, el Magdalena, la corriente de agua más importante del país. Y si hay caimanes... “se va el caimán, se va el caimán”. De ahí la canción, por si no lo sabíais :). En la primera actuación, allí nos reciben con una linda pancarta  para darnos la bienvenida. Todos se ríen, disfrutan con el show y quieren tocarnos. Tenemos muchas y muchas anécdotas. Tantas, que no podría contarlas todas. Sentimos que estamos haciendo bien nuestro trabajo y se nota.






Luego vamos a una fundación que fue creada por un monja de unos 70 años, ella empezó a dar de comer a 5 niños y hoy da comer a 200 a través de donaciones. Un ambiente muy respetuoso y amable donde los niños mayores enseñan a los más pequeños. Después de la actuación nos rezan y nos bendicen a nosotros y a nuestra familia, nos dan fuerzas para continuar nuestra misión de hacer reír allá donde vayamos. Esta monja ha ayudado mucho a estos niñ@s , valoramos mucho el trabajo que realiza por ellos. Son su vida, algunos crecieron con ella. Después de las bendiciones, nos damos cuenta de como la violencia está muy arraigada en Colombia, pues al final de estas oraciones nos piden que nos demos la vuelta para fusilarnos y luego resultó que era un fusilamiento de lanzarnos besos.



Seguimos la ruta hacia Cúcuta. Aquí nos encontramos un nuevo término que aún no habíamos escuchado: “los penduleros”, que son los venezolanos que cruzan el puente fronterizo todos los días para traer sus hijos al colegio, tener acceso a la salud básica de emergencia o intentar ganar algo de dinero de cualquier manera. En Cúcuta hay un comedor que da de comer a 4.000 personas al día que suelen mendigar por las casas o son vendedores ambulantes. La situación está fea fea... Las chicas venezolanas son mamás muy jóvenes, es fácil ver niñas de 15 años con un bebé o de 24 con cuatro hijos.


Actuamos en "La parada", que es un colegio que está a 20 minutos andando del puente internacional (la frontera) y que tiene un 70% de ocupación venezolana. Actuamos en este caso para niñ@s muy peques que juegan con nosotr@s nada más vernos, las profes también sacan la niña que llevan dentro al vernos. Como curiosidad: había un niño que tenía mucho miedo a los payasos, la educadora nos lo acercó para que nos tocara y se familiarizase con nosotros. Después de la función nos sonreía. ¡Miedo superado y misión más que cumplida! En otra ocasión, por contra, vino una madre a presentarnos a su hijo contándonos que su hijo quería ser payaso.¡Momentazo!

 


También fuimos a una comunidad de jóvenes y niñ@s que se reían muchísimo con nosotros aunque no hubiéramos hecho absolutamente nada aún, estaban muy necesitados de alegría. Nos agradecen, nos abrazan y cuando nos vamos se quedan jugando con los juegos que propusimos en la actuación. ¡Ah! También fuimos a la casa morada, centro cultural organizado por artistas de Cúcuta, tuvimos un gran y emotivo encuentro. En este lindo espacio autogestionado compartimos experiencias e inquietudes por el circo social.

Sigue nuestra aventura y misión. Nos dirijimos a Catatumbo. Nos adentramos en esta maravillosa selva, por carreteras de piedra y tierra donde 180 km se hacen en 6 horas de coche. Es una zona relacionada históricamente por los conflictos armados y por las plantaciones de coca. Existe un abandono constitucional, no hay acceso a la salud, a la  educación y los accesos están mal comunicados. Para que os hagáis una idea, se necesitan 8 horas de bus para ir al médico. Es una tierra olvidada y hoy en día siguen estando presentes disidencias de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), el ELN (Ejército de Liberación Nacional), el PLN y los paramilitares, considerados grupos violentos de narcotraficantes.

A todo este conflicto armado, se suma la emigración de los venezolanos que cruzan la frontera a Colombia por esta región, desconociendo la situación del Catatumbo. Doble afectación: se van de su país por la situación y se encuentran un conflicto armado. Y además, en Colombia solamente hay 7 pasos fronterizos oficiales, la mayoría de venezolanos cruza por trochas (senderos en la selva). Se trata de cientos de pasos fronterizos ilegales, muchos controlados por guerrillas que se aprovechan de la situación. Nos encontramos todas las casas con pintadas de estas guerrillas marcando sus territorios. Lo único que no marcan son las iglesias, éstas las respetan. La religión está muy presente. La vulnerabilidad te lleva a tener necesidad de fe, pues la Iglesia es un lugar de refugio cuando sucede algún conflicto.






Tuvimos el privilegio de ir donde pocas personas llegan, bajo la protección de ACNUR. Claro que este público ha alucinado con nosotros, reído, sorprendido, salido de sus rutinas de miedo y vivido el circo intensamente. En muchos lugares donde hemos estado era la primera vez que veían un payaso. A la pregunta de si alguna vez habían visto un payaso nos respondían: “Si no llega ni el agua, cómo va a llegar la cultura...”

Respecto al espectáculo que les ofrecíamos, primero decir que los niñ@s son muy pacientes y respetuosos. Si tienen que esperar, esperan. Les gusta la magia, incluso las magias cómicas creen que son pura magia. Con los malabares disfrutan mucho, les encanta la técnica. Y con el clown tambén se ríen y mucho. Llevamos inocencia donde parece que ya no la hay. Los niñ@s son muy timidos y los adult@s serios, viven con miedo a dar un paso en falso y que les pase algo. Cuando llegamos nosotros esta realidad cambia y conseguimos que vengan, se queden y se entreguen con aplausos y sonrisas. Les brindamos un momento de paz.


 


Sí que es verdad que la economía ilegal (el trabajo de plantar, recoger la coca y venderla) está muy normalizado. A los niñ@s que raspan coca les llaman "raspachines", como algo normal e incluso cariñoso.

A donde casi nadie llega, nosotros llegamos. A pesar del calor y cansancio acumulado por estar cerca del fin de nuestra expedición, ¡¡las ganas del equipo PSF pueden con todo!!. Allá estábamos, en la Plaza de El Tarra, preparados para actuar y hacer lo que a cada uno mejor se le da y con la mejor intención. Conseguimos convocar mucho público, involucramos a tod@s los presentes. A algunos les sorprendió que anocheció y el público no se fue a casa, tal y como suelen hacer por precaución. Esta vez, se quedaban envueltos por la magia del circo. Nos dicen que fue todo un éxito. ¡Una vez más lo habíamos conseguido!


Finalizamos la expedición con 19 espectáculos metiendo las narices rojas en Bogotá, Barranquilla, Riohacha, Cúcuta, Tibu, El Tarra, actuando para un total de 3.260 beneficiarios. Hemos vivido mucho en poco tiempo.  Aún tenemos que digerir algunas de las vivencias, ha sido muy intenso. Y después de todo, las conclusiones más importantes son: lo más importante es tener algo que comer y que todos nos merecemos vivir en paz. A lo largo de nuestro viaje, comprobamos una vez más que el que menos tiene es el que más da.

Muchos mundos dentro del mismo... Colombia. 
A nadie le gusta sufrir todos queremos tocar el cielo!

Miriam Crespo Gómez


Esta expedición cuenta con el apoyo de la Fundación Cepsa.

**************

Gracias por leer nuestras aventuras en Colombia.

Ayúdanos a seguir compartiendo sonrisas en éste y otros muchos países.


Atentamente,

Anna, Moi, Joao y Miriam.

2 comentarios:

  1. Qué bonito que se hagan cosas como esta, gracias a todos los que lo hacéis posible! Sois unos valientes!

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